Resumen
En Guatemala existe una devoción en torno a varias santas. Muchas de ellas tienen su origen en Europa y con el proceso de conquista e hispanización se fortaleció con las tradiciones de origen indígena en suelo americano. Uno de los factores que ayudó a vigorizar esas tradiciones es el surgimiento de las cofradías en torno a estas santas y también en devociones particulares. En este breve estudio se analizarán las devociones en torno a varias santas las cuales son santa Efigenia, santa Ana y Nuestra Señora de Guadalupe, que fue venerada en el antiguo oratorio de la familia Arribillaga que estaba en el ingenio azucarero de Guadalupe en el pueblo de Petapa, como devoción mariana muy arraigada en Guatemala.
Palabras clave: arte, mujer, santas, Guatemala, virreinal
Abstract
In Guatemala, devotion to several saints exists. Many of them originate in Europe, and with the conquest and Hispanization process, they were strengthened by indigenous traditions on American soil. One of the factors that helped invigorate these traditions is the emergence of brotherhoods around these saints and also in particular devotions. This brief study will analyze devotions to several saints, including Saints Efigenia, Anne, and Our Lady of Guadalupe, who was venerated in the former Arribillaga family oratory located at the Guadalupe sugar mill in the town of Petapa, as a deeply rooted Marian devotion in Guatemala.
Keywords: art, women, saints, Guatemala and viceregal
Las santas mujeres
La santidad es la expresión máxima del cristianismo. Es vivir la fe, la esperanza y la caridad, pero por sobre todo la intersección para lograr un milagro. Hay santos que fueron declarados por aclamación popular, otros por martirio, es decir, que murieron por Cristo y finalmente, los que viviendo una vida ejemplar logran realizar milagros después de muertos. A estos últimos se les declara venerables siervos de Dios, para luego subir a la categoría de beato y finalmente le proceso de canonización.
Pocas mujeres han logrado alcanzar la categoría de la santidad. El protagonismo ha sido dado principalmente a los hombres. Por eso es importante destacar en este artículo a tres mujeres que por su santidad dan ejemplo a seguir y que además se les han hecho obras en Guatemala. Ellas son Santa Ifigenia, Santa Ana y Nuestra Señora de Guadalupe.
Santa Efigenia (Ifigenia)
Una de las santas que dio el continente africano fue santa Efigenia o Ifigenia. Nació en Etiopía. Fue hija del rey Egipo. Su conversión al cristianismo se debió a la labor de prédica hecha por san Mateo, el evangelista, en la región del noreste africano. Fue martirizada por no haber querido casarse con el rey Hírtaco, sucesor del padre de Ifigenia.³ Iconográficamente es representada con el hábito de monja carmelita y como princesa.
En Guatemala es venerada en dos iglesias: en La Merced de la Nueva Guatemala y en la ermita de Concepción la Conquistadora del barrio de San Jacinto, San Luis Salcajá, Quetzaltenango. En la iglesia mercedaria capitalina existe un retablo dedicado a la vida de la santa. Dicho altar data del siglo XVIII y fue construido por el ensamblador Vicente de la Parra.⁴ Lo preside una escultura de santa Efigenia, cuya talla es de madera de cedro, policromada y laminada en oro. Alterna esta imagen la talla de san Mateo apóstol, así como varios tableros de pintura con escenas de la vida de santa Efigenia, desde su conversión hasta su muerte, pintadas al óleo. Las esculturas son de autor anónimo, así como los tableros de pintura.
Curiosamente, la talla de la santa posee rasgos de una mujer europea y no de una persona de ascendencia africana. Es probable que hayan tomado como modelo la figura de una santa europea, pues seguramente el escultor no sabía cómo era la santa, tarea que le correspondió al escultor y pintor que elaboraron dicha efigie. Santa Efigenia está vestida como monja, vistiendo un hábito de color blanco, alternada con una toca, velo y capa. En el pecho lleva un medallón con el retrato del apóstol san Mateo, pues según la tradición este personaje se encargó de predicar el evangelio en tierras africanas.

Figura 1. Santa Efigenia del templo de la Merced de la Ciudad de Guatemala. (Fotografía de Jacobo Quan).
La escultura de dicha santa ha sido parte de algunas exposiciones de arte dentro y fuera de Guatemala. La más conocida es la que se realizó en el 2002 en Madrid, España, cuya muestra estuvo bajo el título de «El país del quetzal. Guatemala maya e hispana».⁵
La otra efigie de la santa africana se venera en Salcajá, Quetzaltenango. Es una escultura de menores dimensiones, siendo una talla de madera de cedro, policromada al óleo y laminada en oro en algunas secciones de esta.⁶ Data de aproximadamente del siglo XVII y es de autor anónimo. Era venerada por su hermandad, cuya mención en la documentación consultada data de 1781, durante la visita pastoral hecha por el arzobispo de Guatemala, Cayetano Francos y Monroy a la localidad de San Cristóbal Totonicapán. La razón es que Salcajá era pueblo anexo de San Cristóbal Totonicapán.⁷
La escultura muestra los rasgos de una mujer joven, con una apariencia casi infantil. Su rostro es ovalado. Toda su piel está pintada de color café, dando la apariencia de ser una persona de ascendencia africana. Todo el rostro está enmarcado por la cofia y toca, prendas propias de las monjas occidentales. Los ojos son grandes y de forma almendrada. Los órganos oculares descritos están hechos de vidrio soplado y pintado en su interior de color café. La nariz es ancha y tiene forma triangular. La boca es pequeña, la tiene cerrada y sus labios son delgados. Las mejillas son regordetas y la barbilla es prominente. Bordea su cabeza una corona de rosas, talladas en madera.
El cuerpo de la santa es cubierto por una saya de apariencia burda y pintada de color café claro. Sobre el pecho le cubre el escapulario bordeado con un galón de oro, así como el monograma JHS, también doradas. La túnica o saya está ceñida a la cintura por una faja o cincho. Desde la cintura hasta los pies la prenda tiene forma acampanada con pliegues y drapeados. Muy discretamente debajo de la saya aparece la punta del pie calzado, pintado de
color negro. La espalda y parte de los hombros está cubierta por una capa pintada de color blanco, con galones dorados y abrochado en el pecho.
Las manos de la santa son grandes; sus dedos, rollizos. Ambas manos tienen los dedos unidos hacia adentro, haciendo un ademán de sostener objetos; quizá sus atributos iconográficos, en este ejemplar, están perdidos. Actualmente, esta imagen está puesta en veneración en el altar mayor de la mencionada ermita.

Figura 2. Santa Ana de Chimaltenango. (Fotografía de Edvin Quisquinay Alcor).

Figura 3. Santa Ana del templo del Carmen Bajo, en la Ciudad de Guatemala. (Fotografía de Jacobo Quan).

Santa Ana
Santa Ana, la madre de la Virgen María, no aparece en ningún texto bíblico. Se conoce su existencia a través de los Evangelios apócrifos de la Natividad. Según este texto, santa Ana era estéril y tenía por pareja a san Joaquín. El ángel Gabriel le anunció que pronto quedará embarazada. Frente a la puerta dorada de Jerusalén, Ana y Joaquín se dieron un abrazo y producto de ese gesto fue concebida la Virgen María. El culto a santa Ana se originó en la Iglesia de Oriente, posteriormente pasó a Europa en donde se desarrolló rápidamente. Es durante la Edad Media que cobró auge y posteriormente empezó a declinar a raíz del Concilio de Trento en el siglo XVI por la revisión de las devociones que poco a poco empezaban a perder popularidad.⁸ Su nombre significa «gracia de Dios».⁹
Es bien peculiar la devoción a la madre de la Virgen María pues la fomentaron los carmelitas. La leyenda remite a la existencia de santa Emerenciana, madre de santa Ana y, por ende, abuela de la Virgen María.¹⁰ Iconográficamente a Santa Ana se la representa como una mujer de edad madura, vestida con una amplia túnica, cubierta por una toca, acompañada de la Virgen María. Es muy popular la iconografía creada por el pintor flamenco Pedro Pablo Rubens, en el siglo XVII, en donde aparece la Virgen María recibiendo la educación de santa Ana. Dicha iconografía se difundió en toda Europa y América por medio de estampas reproducidas por el grabador flamenco Schelte Bolswert en el siglo XVII.
En Guatemala santa Ana es venerada en varias iglesias y, en algunos pueblos, también está puesta bajo su patronazgo en varias poblaciones, tales como Santa Ana Huista y Santa Ana Malacatán (Malacatancito), ambas en Huehuetenango; así como en Santa Ana Chimaltenango y otros. De la misma manera es venerada en la iglesia de San Juan de Dios de la ciudad de Quetzaltenango, en la cual las futuras madres colocan a manera de exvotos en su camarín algunas prendas para bebés como lo son zapatitos y escarpines. Es considerada como patrona de las futuras madres con embarazos complicados y le piden para que el parto resulte sin complicaciones. En la Ciudad de Guatemala existen dos iglesias en donde también recibe culto como lo son El Carmen Bajo y de La Merced.
La iglesia del Carmen Bajo tiene un altar con la imagen de santa Ana sosteniendo en su regazo a la imagen de la Virgen María niña. Este conjunto escultórico es de madera tallada en cedro, policromada al óleo y laminada en oro, destacando ricos diseños de estofes. La talla escultórica muestra a una mujer madura, vestida con túnica y su cabeza cubierta por una toca, totalmente contraria a los rasgos de una mujer anciana. En cambio, la imagen de la Virgen Niña tiene una postura corporal relajada y tumbada sobre las piernas de su madre. Este conjunto escultórico fue restaurado por el maestro pintor Luis Santa Cruz en el siglo XIX, pues sufrió daños por el terremoto de Santa Marta en 1773, el cual se trasladó desde La Antigua Guatemala al Valle de la Ermita. Este dato fue hallado por el historiador de arte Haroldo Rodas Estrada.¹¹
La otra escultura de santa Ana que se venera en la iglesia de La Merced data del siglo XVIII. Es una talla de madera de cedro, policromada al óleo y laminada en oro. La pieza en mención es un conjunto escultórico compuesto por la propia santa y la Virgen Niña. Esta última está sentada sobre el regazo de su madre, cuyas manos de santa Ana sostienen la mano infantil de María. Los rasgos físicos de la santa son de una mujer madura, muy distinto a las representaciones pictóricas en donde la presentan en la senectud. La cabeza de la santa lleva un paño o una mantilla que cubre buena parte de la cabellera. La imagen está en posición sedente. El asiento de la santa consiste en un bloque que aparenta ser de mármol, alternado en los pies con querubines y nubes. La tunicela de santa Ana es de color verde oscuro y debajo de ella lleva una blusa de manga larga de color blanco. Sus piernas las cubre un ampuloso manto de color dorado en donde destacan detalles de estofados así, como rameados de flores. La mano izquierda sostiene a la Virgen niña, cuyo cuerpo infantil lo cubre una larga tunicela y un pañal ampuloso.
El rostro de la Virgen niña es mofletuda, cuyas mejillas sonrosadas son regordetas. La nariz es corta y achatada. Los labios son carnosos. Los ojos son de forma almendrada, cuyos globos oculares son de vidrio soplado y pintado en su interior. La testa infantil de María le cubre una espesa y corta cabellera, formada por enormes bucles ensortijados.
Figura 4. Santa Ana del templo de la Merced de la Ciudad de Guatemala. (Fotografía de Jacobo Quan.)
Nuestra Señora de Guadalupe
Una de las devociones marianas que ha tenido mayor trascendencia en nuestro país hasta nuestros días, cuyo génesis fue la Nueva España, la hallamos en la Virgen de Guadalupe. Según la tradición la Virgen María hizo su aparición milagrosa en el cerro del Tepeyac, ubicado en las afueras de la capital del virreinato novohispano como lo es la ciudad de México. Dicha manifestación milagrosa la presenció el indígena Juan Diego cuyo nombre en nahua era Cuauhtlatoatzin. Para algunos estudiosos, la Virgen Guadalupana es una reinterpretación de la diosa Coatlicue o Tonantzin. Por su relación con el mundo indígena, es probable que tuviera esos vínculos con el pasado mexica, pues la aparición de la virgen sucedió a los pocos años de finalizada la conquista del imperio azteca.
La Virgen, al aparecer tres veces al indígena Juan Diego, le manifestó que habría de tener otra aparición, esta vez ante el entonces obispo de México, el fraile franciscano Juan de Zumárraga, para que creyera la aparición milagrosa. Las tres veces el futuro santo Juan Diego le contó al obispo, pero este no lo creyó. Esto decepcionó bastante a Juan Diego. El prelado pensaba que era una superstición o alucinación que estaba teniendo el indígena. Al aparecérsele nuevamente la Virgen de Guadalupe, Juan Diego no estaba deseoso de ser su portavoz, pues el obispo no creía la revelación divina. Entonces, la Guadalupana le dijo a Juan Diego que tomara unas rosas que crecían a la ladera del cerro y que las llevara en la tilma que usaba ese entonces el indígena. Obedeció la petición de la Virgen y se presentó nuevamente ante el obispo Zumárraga y al extender la tilma y dejar caer las rosas apareció milagrosamente la efigie de la Santísima Virgen María de Guadalupe.

Figura 5. Nuestra Señora de Guadalupe de la familia Arribillaga, actualmente en la parroquia de Villa Nueva. (Fotografía de Ana Lucía Rodríguez).

Guatemala recibe a la Guadalupana
La devoción a Nuestra Señora de Guadalupe vino a Guatemala alrededor del siglo XVII. En este apartado se estudiará la presencia de la devoción guadalupana en la familia Arribillaga, cuyo origen de esta familia es vasca, del norte de España. Los Arribillaga tenían un ingenio de azúcar como empresa en el valle de las Mesas de Petapa.¹² Primeramente, estuvo dedicada dicha propiedad bajo el patronazgo de Nuestra Señora de Guadalupe de Extremadura, España. Con el paso del tiempo y con la introducción del culto a su homónima novohispana se cambió el patronazgo por la Guadalupana mexicana.
Figura 6. Firma del pintor novohispano Juan Correa en la pintura de Nuestra Señora de Guadalupe de la familia Arribillaga. (Fotografía de Ana Lucía Rodríguez).
Es importante mencionar a Alonso de Arribillaga y Coronado, hijo de don Domingo de Arribillaga y María Antonia Vásquez de Coronado, quien se ordenó sacerdote en el colegio jesuita de San Pedro y San Pablo de la ciudad de México.¹³ Esto sucedió alrededor de 1666. Al estar radicado en la capital del virreinato novohispano, tuvo contacto con uno de los destacados pintores de la segunda mitad del siglo XVII de dicho lugar, tal como lo fue Juan Correa. Este pintor era de origen mulato, gozó de gran fama durante su etapa como artista en tanto que tuvo a bien pintar varios lienzos alusivos a los pasajes de la vida de Cristo, la Virgen María y es uno de los pintores que más pinturas con el tema guadalupano produjo. Por tal razón, envió a la familia un cuadro con la efigie de Nuestra Señora de Guadalupe, firmado por el pintor Correa. Se reporta su existencia a lo largo del siglo XVIII y en el primer tercio del siglo XIX, pues en 1820 aún existía en el retablo.¹⁴
El mencionado lienzo es dedicado a la Santísima Virgen de Guadalupe, quien ocupa la mayor parte del cuadro. En los cuatro ángulos del cuadro aparecen las escenas de las apariciones a san Juan Diego. Cabe mencionar que Juan Correa fue el pintor «guadalupano» por excelencia porque realizó varias copias de la tilma de san Juan Diego, ya que en Guatemala existen varios lienzos suyos firmados, tanto en la ciudad capital como, por ejemplo, en la actual Villa de Guadalupe.¹⁵
A manera de descripción del lienzo, las tonalidades de la piel de la Virgen y el ángel atlante que está a los pies de María es moreno o «pardo y quebrado». Es probable que esto se debió a la aparición de la Virgen ante el indígena Juan Diego y la identidad indígena. De hecho, actualmente muchos devotos indígenas se identifican con ella, especialmente en la zona del altiplano guatemalteco, como en el caso del pueblo de San Juan Comalapa, departamento de Chimaltenango, en donde existe una cofradía integrada por indígenas. A pesar de la presencia de unas pocas familias mestizas en dicha localidad, no es impedimento que estos la visitan el día 12 de diciembre. Volviendo al tema del cuadro que perteneció a la familia Arribillaga, los detalles pictóricos presentados en el cuadro son similares a los que aparecen en la tilma, tales como la colocación de la Virgen dentro de la mandorla o vesica piscis con rayos, elemento medieval que representa la majestad divina de Jesús y la propia Virgen María. Curiosamente, la Virgen está coronada; mientras el manto está tachonado de estrellas y bordeado de un ancho galón dorado. La tunicela es de color rosáceo oscuro, con detalles de flores y rameados perfilados en oro. Llama la atención que la luna que está colocada a los pies de la Virgen es café oscuro.
El cuadro que originalmente estuvo en el oratorio del ingenio de Guadalupe pasó a mediados del siglo XIX a la iglesia de Concepción Villa Nueva en donde actualmente se venera. Mide dicho lienzo aproximadamente 1.30 x 90 cm. Está pintada al óleo y data de la segunda mitad del siglo XVII, su marco cubre el bastidor y es de madera laminada en oro y pintada al óleo de color rojo.¹⁶
La devoción a la Virgen de Guadalupe se extendió por Guatemala. Muchos templos tienen pinturas locales, basadas en las novohispanas. Algunos ejemplos son los pintados por Juan José Rosales, ubicados en la Nueva Guatemala y en el pueblo kaqchikel de San Juan Comalapa en la primera mitad del siglo XIX. En 1892, se mandó a hacer una escultura para el Santuario de la Virgen de Guadalupe que se construyó en la Nueva Guatemala de la Asunción. Esta obra estuvo a cargo del maestro Juan Ganuza, quien talló el conjunto escultórico de la Guadalupana y san Juan Diego. Dichas piezas las ejecutó a finales del año arriba mencionado, pues según nota periodística de la Semana Católica, con fecha del 17 de diciembre del mismo año, «es muy hermosa por su naturalidad».¹⁷ El maestro Ganuza falleció el 31 de julio de 1893.¹⁸

Figura 7. Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, Esculpida por Juan Ganuza, 1892. Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, Nueva Guatemala. (Fotografía de Edvin Quisquinay Alcor).

Figura 8. Detalle de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. Juan Ganuza, 1892. Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, Nueva Guatemala. (Fotografía de Edvin Quisquinay Alcor).
Tres santas que impactan en Guatemala
A manera de alcanzar algunas conclusiones, este breve estudio expone la veneración que gozan dos santas, como lo son santa Ifigenia y santa Ana, así como una advocación mariana como lo es la de Nuestra Señora de Guadalupe. También constituyen tres representaciones etnográficas que hoy en día aún perviven en la población guatemalteca, como lo son los de origen africano, europeo e indígena americano, pues los artistas volcaron esas representaciones étnicas en estas tres imágenes de santas, así como quizás se sintieron identificados con su condición racial, dígase el caso de Juan Correa y su ascendencia de mulatos o «pardos». Las representaciones artísticas aquí estudiadas son de excelente calidad como reflejo de esa capacidad artística tan alta y estimada con la que gozaron nuestros artistas guatemaltecos; especialmente en la escultura, que alcanzó tantísima fama tanto dentro de la región centroamericana, así como más allende de sus fronteras. En el caso de la pintura, Guatemala no alcanzó la fama como la tuvo el virreinato de la Nueva España, pero son miradas que reflejan la trascendencia del arte virreinal desarrollado en el Nuevo Mundo o las Indias Occidentales que, hasta nuestros días, se regocijan de veneración y admiración.
¹ Johann Estuardo Melchor Toledo es doctor en Historia del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de México y licenciado en Historia por la Universidad del Valle de Guatemala. Es académico de número de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala y cronista de La Antigua Guatemala.
² Edvin Quisquinay Alcor es licenciado en la enseñanza de la historia, profesor de Enseñanza Media en Historia del Arte, clarinetista y escultor.
³ Héctor H. Schenone, Iconografía del arte colonial. Los santos, vol. II, 442.
⁴ Antonio Gallo, Escultura colonial en Guatemala, evolución estilística de los siglos XVI-XVII-XVIII, 176.
⁵ Félix Jiménez Villalba et al., «Catálogo», 389-391.
⁶ La colocación de lámina de oro sobre el cuerpo del santo se llama estofado. A ese estofado muchas veces se le pintan decoraciones florales, alternada con otras técnicas de policromía y decoración como lo es el esgrafiado y pintado a punta de pincel.
⁷ Archivo Histórico Arquidiocesano (AHAG), tomo 26, año 1781, fol. 93v.
⁸ Schenone, Iconografía del arte colonial. Los santos, vol. I, 129.
⁹ Santiago de la Vorágine, La leyenda dorada, 955.
¹⁰ Ramón Rabre, «San Hortolano, bisabuelo de Jesucristo. 28 de noviembre».
¹¹ Juan Haroldo Rodas Estrada, Pintura y escultura hispánica en Guatemala, 69.
¹² Acta de fundación del vínculo y mayorazgo de Arribillaga, 1656, sin foliar. Archivo de la familia Arribillaga.
¹³ Juan José Falla, Extractos de escrituras públicas. Años 1643 a 1694. Archivo General de Centroamérica, vol. IV, 506.
¹⁴ Protocolo del notario Nicolás José Abendaño, traspaso del Mayorazgo de Arribillaga, 1820. AGCA, A1.20, leg. 510, fol. 316v.
¹⁵ Carlos Lara Roche, «Presencia de Juan Correa en la pintura colonial guatemalteca», 237.
¹⁶ Más información sobre la familia Arribillaga se puede encontrar en Johann Estuardo Melchor Toledo, «Los Arribillaga en Guatemala del siglo XVII a 1820. El mayorazgo, el ingenio de azúcar y su patrimonio artístico».
¹⁷ Rodas Estrada, Encuentro y reencuentro con el Nazareno del Calvario, 87.
¹⁸ Diario de Centro América, n.o 3493. Guatemala. 1 de agosto de 1893, 2.
Bibliografía
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de la Vorágine, Santiago. La leyenda dorada, 2. Madrid: Alianza Forma, 1997.
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La Semana Católica, 17 de diciembre de 1982, n.o 31, 243. Citado por Haroldo Rodas Estrada, Encuentro y reencuentro con el Nazareno del Calvario (Guatemala: Caudal, S.A., 2000), 87

