Resumen
La historia de la filosofía no siempre ha dado importancia a la impronta que ha tenido la mujer en la construcción de la cultura. Esto ocurre con más incidencia en la Edad Antigua y la Edad Media; una afirmación que no libra a la Edad Moderna de este desplazamiento. Sin embargo, Platón, en su obra El Banquete o Simposio, hace una excepción cuando discurre sobre la esencia del Eros (Amor). Será una mujer —Diotima de Mantinea— quien instruye a Sócrates en un camino mayéutico para que este pueda comprender y contemplar el Eros como arquetipo perteneciente al mundo eidético. Diotima será maestra-sabia que develará este misterio al discípulo; lo llevará por elevación y purificación a una contemplación metafísica del misterio del Amor. Y, aunque siga en juego la incógnita sobre la existencia histórico-geográfica de esta maestra-sabia, pesa más la incidencia filosófica que Platón le atribuye en el diálogo establecido con Sócrates. Este escrito permitirá al lector concluir que, la construcción del conocimiento filosófico y otras áreas de la cultura, como la ciencia, el arte, las humanidades, la tecnología, entre otros, no son quehacer exclusivo de hombres, sino un horizonte abierto para todo aquel que quiera profundizar con rigor y seriedad en el misterio del Ser.
Palabras clave: amor, Eros, mujer, sabiduría, dianoia, noesis, contemplación, virtud, mayéutica, maestra
Abstrac
The history of philosophy has not always given importance to the imprint that women have had on the construction of culture. This occurs with greater incidence in the Ancient Ages and the Middle Ages; a statement that does not free the Modern Age from this displacement. However, Plato in his work The Symposium, makes an exception when he discusses the essence of Eros (Love). It will be a woman —Diotima of Mantinea— who instructs Socrates in a maieutic path so that he can understand and contemplate Eros as an archetype belonging to the eidetic world. Diotima will be a wise teacher who will reveal this mystery to the disciple; It will lead him through elevation and purification to a metaphysical contemplation of the mystery of Love. And, although the unknown remains at play about his historical-geographic existence, the philosophical impact that Plato attributes to her in the dialogue established with Socrates weighs more. This writing will allow the reader to conclude that the construction of philosophical knowledge and other areas of culture, such as science, art, humanities, technology, among others, are not an exclusive task for men, but rather an open horizon for everyone who wants to delve with rigor and seriousness into the mystery of Being.
Keywords: love, Eros, woman, wisdom, dianoia, noesis, contemplation, virtue, maieutics, master
Aproximación histórico-geográfica
La mayoría de referencias sobre la existencia de Diotima apuntan a El Banquete, obra en la que Platón la menciona en el contexto de la vida de su gran maestro Sócrates. Sin embargo, hay, en demasía, especulación sobre su existencia histórica, ya que al parecer el único testimonio de su existencia deviene de uno de los escritos de Luciano de Samósata (125-180 d. C.).² Es en la obra El Eunuco que abordará apenas la existencia de Diotima en un diálogo protagonizado por dos personajes, Pánfilo y Licino;³ en efecto, Diotima aparece citada por Licino en los siguientes términos: «Al principio, por vergüenza y cobardía —cosa natural en esta clase de personas— estuvo mucho tiempo callado, poniéndose colorado y sudando de modo evidente, pero finalmente, con voz débil y afeminada, dijo que Diocles obraba injustamente al intentar eliminarle de la Filosofía por ser eunuco, ya que de ella participaban incluso las mujeres y aludió a Aspasia, Diótima [sic] y Targelia, para que colaboraran en su defensa; incluso a un académico procedente de la Galia, que poco antes de nuestra época había alcanzado fama entre los griegos».⁴
Allende de estas dificultades sobre evidencias de una existencia real —tanto en Platón como en Luciano de Samósata—, quizás lo más medular se afinca en el legado que, a través de Sócrates, Diotima deja para la filosofía, especialmente en lo plasmado por Platón en El Banquete. Aparece, de hecho, asociada al Eros (Amor) cuando un grupo de personajes abordan diversas aristas de dicho tópico; Sócrates será, en el texto platónico, el personaje central y anunciará que aprendió el saber sobre el amor de su maestra Diotima.
Adicionalmente se debe anotar que, siendo Diotima, según Platón, una sacerdotisa y profeta, requirió inmolaciones para salvar a Atenas de la peste que por diez años la había azotado. Este suceso, abordado por Platón, podría representar al menos un atisbo histórico de la existencia de Diotima. En otras palabras, podría evidenciar que no es un personaje ficticio, aunque la ficción no desmerece su importancia en el cometido esencial de la filosofía, especialmente en lo vinculado con el Eros platónico.
Es menester, en este punto, anotar algo sobre Mantinea —la tierra de Diotima—, para ubicar con más precisión el contexto de la mujer filósofa. En esta línea, Mantinea se ubica en el Peloponeso y debe acentuarse que dicha ciudad ya es mencionada por Homero en el Canto II de la Ilíada, mejor conocido como El sueño de Agamenón, Beocia o Catálogo de las Naves,⁵ donde a todas luces ha de notarse una ciudad guerrera y poderosa situada entre Argólida y Orcómeno. Según la historia, en esta ubicación los tebanos derrotaron la alianza entre Atenas y Esparta cerca del siglo IV a. C.; es igualmente destacable recalcar que durante esta batalla histórica Tebas perdió a Epaminondas, su insigne comandante. No habría explicación clara del porqué Platón ubica a Diotima en esta ciudad, empero, es importante apuntar que, en la historia de la Grecia Antigua, esta ciudad es de suma importancia, ya que está vinculada a diversas batallas como las Guerras Médicas, la Guerra del Peloponeso, las Primera y Segunda Batallas de Mantinea, Guerra de Cleómenes, entre otras.
El contexto documental de Diotima está indefectiblemente ligado al entendimiento del Amor; adicionalmente, considerando que ella no es solamente maestra, sino también sacerdotisa, habrá de hacerse entonces la tarea filosófica de abordar el Eros —Amor— moral y mitológicamente, una problemática que derivará en otra obra del genio de Platón. Efectivamente, será en El Fedro donde aparece Sócrates hablando del amor, una de las maneras o vías más intensas del delirio, que no será otra que la amorosa. Existe en dicho escrito un planteamiento que superará los linderos de lo planteado por Lisias, una argumentación que en la sabiduría platónica superará el deseo carnal; por ello, habrá una reconceptualización del amar y el desear; el primero será equivalente a ver y el segundo a entender. Así, el amor estará por encima de la doxa⁶ y conducirá a la contemplación del amor como la ciencia más elevada, id est, la noesis.⁷ Por ello, en la metafísica, la ontología y la teología de Platón, los personajes protagonistas serán el alma y su fato, el amor, el mundo eidético. La centralidad del amor ocupará obras como El Fedro y El Banquete. En la primera obra, el personaje Fedro empieza diciendo: «Gran Dios es el amor»; en El Banquete, Sócrates hará un discurso en el que, siguiendo a Diotima, construirá una postura en la que el Amor no es, «ni tan sólo Dios, mucho menos gran Dios “y prodigio para los Dioses mismos”».⁸
Aunque la comprobación histórica de la existencia de Diotima no es asunto tan valioso como sus enseñanzas presentes en el Simposio,⁹ existen otras referencias que pueden aproximarnos a afirmar su incidencia histórica. Por ejemplo, Arístides, en su obra Orations II, la menciona en dos momentos, en el fragmento XLVI 127, primero por su nombre y luego como la mujer extranjera de Mantinea. Estas referencias de Arístides apuntan al fragmento en el que Platón escribe sobre cómo Diotima dio tranquilidad a los atenienses cuando les auxilia a aplacar la peste.¹⁰
También hay alusiones sobre Diotima en los escritos de Clemente de Alejandría, específicamente en su Stromata —Libro VI, cap.3, fragmento 31.4—, en el que, hablando del Plagiarismo de los griegos de los milagros relatados en los libros sagrados de los hebreos, menciona a la profetisa Diotima de Mantinea como la que consagra inmolaciones o sacrificios relacionados con la peste padecida por los atenienses.¹¹
Luego podría citarse a Máximo de Tiro, quien en su obra Disertaciones, hablará en cuatro ocasiones de una sacerdotisa originaria de Mantinea. En la parte XVIII, Sección 4, habla «Sobre el arte amatoria de Sócrates: Pero también ha dejado registrados a los maestros del arte, Aspasia de Mileto y Diotima de Mantinea».¹² Seguidamente, en la Sección 9 citará lo siguiente: «Dice Diotima a Sócrates que el amor no es un niño, sino un “acompañante y servidor de Afrodita” y también dice Afrodita en un canto de Safo: Mi servidor Amor y tú. Diotima dice el amor florece con la prosperidad y muere con la escasez».¹³ Otra referencia se encuentra en la parte XXXVIII, Sección 4, en la que el autor nombra a Aspasia de Mileto y a Diotima de Mantinea como las maestras de Sócrates en cuestiones del eros.¹⁴
En esta sintonía, también Proclo hablará dos veces de Diotima en su comentario al Parménides de Platón. Los argumentos nacen de El Simposio y nuevamente tienen relación con el Eros y el verdadero conocimiento. Y por hacer una última mención, Hermias de Alejandría mencionará dos veces a Diotima cuando se refiere al arte de amar, y afirmará que fue ella quien lo indujo en el arte de la partería o mayéutica.¹⁵ Al concluir este breve apartado, es importante reflexionar sobre si la importancia de Diotima se encuentra en ser un personaje real e histórico, o bien, en ser un personaje ficticio creado por Platón; será ella la mujer —maestra, sacerdotisa y profetiza— que representa la enseñanza y la sabiduría. Resolver este tema podría conducir a la postura de Gustave Fougeres,¹⁶ quien fuera miembro de la Escuela Francesa de Atenas (1887-1889) y que habría realizado estudios arqueológicos en la ciudad de Mantinea. Fougeres deja plasmado, en la sección dedicada a Mantinea y su religión, que Diotima aflora como una mujer misteriosa y enigmática que aparece en el Simposio. Este notable arqueólogo francés concluye que las vacilaciones o sospechas sobre la existencia histórica de Diotima son infundadas, ya que el problema que rodea a su personaje se debe a su estatus sacerdotal, religioso y profético; es decir, se trata de una maestra apartada del mundo.¹⁷ En otras palabras, y tratando de seguir la tradición platónica, el semblante filosófico de Diotima no estriba en comprobar una existencia real, sino de emparentarla con una vida alejada del mundo y, con toda seguridad, dedicada a la contemplación que rechaza lo carnal, material y mundano.
Diotima y el Eros platónico
Es curioso que Diotima aparezca ligada a uno de los núcleos más sustanciales de la filosofía platónica, o sea, el Eros. Como mentora de Sócrates y filósofa aparece en El Banquete clarificando el asunto del amor, una cuestión que venía decantándose en un valladar de argumentos en los que participan diversos personajes y perspectivas como:
a. Fedro: interpretación mitológico-moral del amor
b. Pausanias: interpretación mitológico-jurídica del amor
c. Eryxímaco: interpretación naturalista del amor
d. Aristófanes: interpretación anatómico-quirúrgica del amor
No obstante estas cavilaciones acerca del eros platónico, la teorización del asunto alcanza un nivel dentro del conocimiento epistémico que supera el peldaño de la dianoia¹⁸ y se eleva a la noesis; es decir, una intuición intelectual equivalente a contemplación teórica y arquetípica del Eros. Y el hallazgo importante es que, en este peldaño, aparezca Diotima como interlocutora del mismo Sócrates, el gran maestro de Platón. La argumentación o dialéctica que alcanza sobre este tema la estructura de El Banquete, según el índice propuesto por la versión de Juan David García Bacca,¹⁹ señala una especie de distinción de perspectivas conforme Platón avanza en la argumentación del escrito. Dichas perspectivas, desde Fedro hasta Agatón, representan un descendimiento del Amor: de Dios a Naturaleza y a Hombre que se podría entender, ciertamente, como una discusión epistémica del amor en el grado de la dianoia, un nivel de gnosis discursivo y racional. Ciertamente, el transcurrir filosófico del escrito se elevará a un estrato muy distinto que devendrá en dos últimas argumentaciones:
a. Agatón: elevación del amor por entusiasmo poético
b. Sócrates y Diotima: interpretación dialéctica del amor
Estas dos últimas anotaciones se deben ubicar en lo concerniente a la Ascensión del amor: de Hombre a Daimón.²⁰ Señálese en este punto a Sócrates y Diotima como los que coronan el plano noético del conocimiento cuando dialogan sobre el amor. Será, por ende, el fundador de la mayéutica quien recurre a ella como referente de una especie de doctrina segura y firme para entender en el plano dialéctico qué es el amor. Dicho de otra forma, se devela qué es el verdadero eros y quedará, así, teorizado el arquetipo en un nivel contemplativo-noético que supera al cuerpo, al mundo material y al conocimiento sensible. Esta contemplación teorética dista de ser una brillantez intelectual, ya que requiere de sabiduría y virtud, es decir, núcleos que tienen un talante moral. En consecuencia, este nivel contemplativo se funda en un ethos que exige aquella ascesis o purificación del alma reservada para ciudadanos de oro y aptos para llegar a uno de los grados más altos en el conocimiento del hiperuranio.²¹ Se consuma así, pues, la contemplación del eros. En la literatura platónica, Sócrates y Diotima son dos referentes morales de esta elevación del saber; un hombre que se reconoce ignorante y su maestra-sabia, ambos espléndidos representantes de la areté o virtud.
De tal manera, aunque no sea explícito, Diotima es para Platón un modelo doctrinal desde varias dimensiones: sabiduría, moral, educación, conocimiento, ciencia; es ella la maestra buena y sabia que permite dialógicamente aclarar y allanar el camino hacia la comprensión del eros, además de ir despejando este camino mayéutico hacia el Amor de cualquier atadura degradante (carne, materia, sentidos, mundo). Empero, yendo al texto de Platón, habrá que dilucidar algunos párrafos en los que Diotima es hecha protagonista en la dialéctica del amor:
Os referiré, pues, unas palabras que acerca del Amor oí en cierta ocasión de una mujer mantinea, Diótima [sic], sabia en éstas y otras muchas cosas, cual en retardar para los atenienses por diez años y mediante ciertos sacrificios el azote de la peste; ella fue mi maestra en cosas de amor.²² […] Es preciso, Agatón, proceder según tu plan y explicar primero y ante todo «quién es y cuál» el Amor y después sus obras. Y me parece cosa fácil hacerlo siguiendo el orden de las respuestas que en aquella ocasión dio la extranjera a mis preguntas.²³
Nótese que Sócrates se refiere a Dioima como sabia y maestra, dos apelativos que en la antigüedad tienen una connotación muy distinta a lo que hoy entendemos por sabio o maestro. La sabiduría como virtud o práctica tiene, para los cercanos a la filosofía, una definición muy especial y, en esta línea, podemos partir de acepciones de su antónimo, id est, «necio», «ciego», «testarudo», «crédulo»; o sea, aquellos que simplemente observan mas no contemplan, los que ven lo múltiple y lo particular siendo incapaces de contemplar y reflexionar sobre el orden, justicia y mesura que permanecen eternamente en el Ser. Esto significa que los sabios son los filósofos, aquellos cuyo talento metafísico es alcanzativo de puridad en el conocimiento y en la virtud moral. Y podría mencionarse, en este marco, a sabios como Pitágoras, Jenófanes, Parménides, Heráclito, entre otros. Diotima, la maestra-sabia, se ubica, por pluma de Platón, en la más alta de las virtudes cardinales, es decir la prudencia (phronesis). Ella es ciudadana de oro cuya alma ha alcanzado el estrato más alto de la episteme, dígase la noesis. Es ella poseedora de un alma racional que supera tanto a la templanza que domina al alma concupiscible como a la fortaleza que gobierna a las almas irascibles. A pesar de ser oriunda de una ciudad guerrera como Mantinea, está por encima de los artesanos y guerreros. Es ella arquetipo o modelo ejemplar de aquel que aspira la idoneidad para el gobierno en términos de lo propuesto por Platón en La República.
En el texto de El Banquete se devana un diálogo en el que Diotima instruye y reprende a Sócrates —mayéuticamente— sobre la contemplación del eros:
Más o menos le dije yo a ella lo que ahora Agatón a mí: que el Amor era gran dios, que el Amor era amor hacia lo bello; mas ella me refutó con las mismas palabras que yo a Agatón, y por mi mismo razonamiento mostró que el Amor no es ni bello ni bueno.
—¿Qué dices? —repliqué a Diótima [sic]—, ¿será pues el Amor feo y malo?
Y ella me respondió:
—¡Silencio, por Dios! ¿O crees que lo que no sea bello tiene que ser por necesidad feo?
—Absolutamente.
—¿Y que, parecidamente, lo que no sea sabio tiene que ser ignorante? ¿O no te has dado cuenta de que hay un término medio entre sabiduría e ignorancia?²⁴
Es este el punto en que Diotima, la maestra-sabia, introduce a Sócrates en un ámbito de pensamiento donde es necesario distinguir un punto medio entre lo bello y lo feo y entre la sabiduría e ignorancia. Habrá un punto medio entre el conocimiento científico y la ignorancia: la opinión recta. Siguiendo esta armazón racional, Diotima instruirá sobre no forzar lo no-bello como feo y lo no-bueno como malo. De aquí se decantará la concepción del amor como algo intermedio entre los extremos; el Amor en esta consonancia no es ni bueno ni bello, no es feo y malo, sino algo intermedio entre estos dos extremos.²⁵
A este nivel, el diálogo de Sócrates y Diotima tiene, a mi parecer, cierta semejanza con la conversación que Parménides sostiene con la diosa en el poema Sobre la Naturaleza. Si Diotima no es una mujer de carne y hueso, sus reflexiones sobre el discernimiento del eros tienen cercanía con lo divino. Pero esta posibilidad no está abierta para los no-entendidos, sino para los entendidos, es decir los que pueden ver lo bienaventurado y bello en lo divino; en otras palabras, empieza a vislumbrarse en la filosofía platónica la construcción filosófica de los atributos trascendentales del Ser y la participación ontológica.
Haciendo uso de preguntas y respuestas, Diotima guía a Sócrates a parir verdades sobre el Amor y, ante la pregunta, «Pero, en fin, Diótima [sic], ¿qué es?», ella responderá: «Un gran demonio,²⁶ Sócrates, puesto que todo lo demoníaco está entre lo divino y lo mortal».²⁷ Este daimón es una suerte de mediador entre los hombres y los dioses y viceversa. Así, entonces, «Dios no se mezcla con hombre, mas por medio del Amor tienen lugar todos los tratos y comunicaciones entre dioses y hombres dormidos o despiertos».²⁸
De este último argumento concluye Diotima lo siguiente: será varón amoroso o demoniaco el que tenga este conocimiento; de esa razón, será sabio. No corresponde el grado del Eros al hombre afanado en las cosas técnicas y manuales, ya que su alcance se circunscribe a lo menestral. Por ende, el filósofo o entendido debe ser un daimón ya que debe estar constantemente entre la ignorancia y la sabiduría, representa el amor como término medio entre estos dos extremos, y, por ello, también entre lo feo y lo bello. De aquí puede concluirse que, en la dialéctica platónica, Diotima será guía en el plano de lo estético, moral, epistémico, divino y humano.
En El Banquete o Simposio, Platón menciona cerca de nueve veces a Diotima. A continuación, se hace un recuento de este diálogo y las secciones en que ella es mencionada. El cometido es dejar en firme la importancia que tiene la maestra-sabia en la clarificación y entendimiento de lo que es el Eros; incluso, pareciera ella quien maneja la ironía y ayuda a Sócrates a dar a luz la comprensión del Amor. Sus razonamientos, preguntas y respuestas son, en efecto, un sendero para la comprensión del Eros.²⁹
Sección 201d2: Diotima es calificada por Sócrates como la maestra-sabia de Mantinea, de ella no ha aprendido únicamente la comprensión del eros sino también otras cosas. También fue ella quien ayudó a aplacar la peste que doblegó a Atenas por diez años.
Secciones 201e8, 202d12 y 204a8: Sócrates cuestionará sobre la maldad y fealdad del eros, y luego el diálogo deriva en la pregunta sobre el eros como un punto intermedio entre lo mortal y lo inmortal. Estas interrogantes llevan a Sócrates a dialogar con la maestra-sabia sobre el amor a la sabiduría, o sea, si este don es para los necios (ignorantes) o los sabios.
Sección 204d5: Diotima secunda a Sócrates sobre el significado bajo el cual el eros es el amor de aquello que es bueno y bello.
Sección 206b5: Sócrates, bajo el método mayéutico, va respondiendo a Diotima acerca de las ocupaciones o actividades en las que se puede llamar al amor como ardor y esfuerzo de lo que se busca. Sócrates asiente sobre su incapacidad para comprender estos problemas y por ello la brillantez de Diotima le deja pasmado. Es ella la interlocutora sabia de quien se aprende al buscar lo verdadero, lo bueno y lo bello; la maestra-sabia no castiga la ignorancia reservándose el conocimiento para ella misma, por el contrario, lo comparte con un método que lleva al aprendiz picando su curiosidad. La ignorancia no será un grillete que apresa, sino oportunidad y sendero de elevación para la contemplación del Eros y el aprendizaje del misterio del Ser.
Sección 207c5: Sócrates aceptará que busca a la maestra-sabia, quien lo guía al conocimiento o comprensión del eros.
Sección 208b8: nuevamente el maestro de Platón habla de Diotima como sabia; por otra parte, se preguntará sobre si sus argumentos sobre el amor y la relación que este tiene con el anhelo de inmortalidad son ciertos. A Sócrates le parecen razonamientos sofísticos.
Sección 212b1: Sócrates habla de Diotima como la que ha alcanzado incoarlo en el entendimiento del misterio del eros, es la maestra-sabia que inicia en el conocimiento como arte y virtud. Hay que hacer camino hacia lo bello, no solo en los cuerpos sino también en la forma. Debe alcanzarse lo bello como una especie de atributo presente en el alma, las leyes, las ciencias; mas la belleza en sí debe buscarse como culmen contemplativo.³⁰
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Diotima, la mujer sacerdotisa
En El Banquete, Sócrates, como se ha mencionado anteriormente, trae a colación la existencia de un personaje femenino, versado y sabio en los misterios del Eros, capaz de transmitir estos enigmas con propiedad a través del vaivén de preguntas y respuestas. Pero ella es sacerdotisa y como tal —especialmente en la cultura griega— su maestría está signada por el misterio y la curiosidad que esta despierta en su interlocutor, ya que pretende enseñar el método correcto, es decir el de la verdad y virtud, evitando cualquier camino que conduzca a engaños marcados por la oscuridad y el error. Como ya se ha explicado, es capaz de distinguir entre los entendidos y los no entendidos. Adicionalmente hay que remarcar que, para los griegos antiguos, no se hablaba de un clero o casta sacerdotal y, por tal razón, su religión era más abierta en el sentido de aceptar a cualquier ciudadano sin hacer distingos. No obstante, el aspirante a ser sacerdote debía gozar de cierto ascendiente en el pueblo; en otras palabras, debía ser una guía moral.
A pesar de no existir una estirpe sacerdotal, el servicio sagrado que los sacerdotes y sacerdotisas prestaban tenía una alta valía en la sociedad griega, por ello se les veneraba con respeto. En esta guisa es que puede explicarse por qué Sócrates recurre a una sacerdotisa como Diotima para hablar del misterio del Eros. No se trata simplemente del reconocimiento de una brillantez intelectual, sino de la recurrencia a una persona que, al ser honrada en la Polis como sacerdotisa, gozaba de un aprecio y atención muy particular.
Es sabido, igualmente, que la mujer no tenía un papel preponderante en la Antigua Grecia. Se encontraba superada por los hombres en muchas funciones, tanto públicas como privadas. Mas esta condición sería distinta si la mujer desempeñaba un rol religioso. La sombra del hombre, como padre, esposo, hijo, hermano y personaje público impedía a las mujeres descollar en diferentes aspectos como el económico, el social y el político. En muchas polis la mujer no podía expresarse en público y la tutela del hombre redundaba en muchas o todas las dimensiones de su vida; sin embargo, este escenario cambiaba si la mujer desempeñaba la función de sacerdotisa; por ejemplo, en el servicio sagrado le otorgaba otro estatus social. Ser sacerdotisa era sinónimo de desembarazarse de la tutela masculina, disponer de los propios fondos económicos y adquirir derechos dentro de la ciudad-Estado. Esto permite concluir, nuevamente, que Diotima, al ser sacerdotisa, ejerce con autoridad y maestría su habilidad para transmitir un saber tan profundo como el de los misterios del Eros.
Adicionalmente, sabiendo que había en Grecia sacerdotes y sacerdotisas, los primeros solían ir con cabello largo amarrado por un cordel, también portaban ropas lujosas, cinturón y una suerte de báculo; en cambio, las sacerdotisas llevaban consigo las llaves que abrían los templos, y con ello, más que una metáfora, se entiende que ellas abrían o allanaban el camino hacia lo sagrado. Diotima, entonces, es quien —como sacerdotisa— hace ir a Sócrates por un camino de iniciación en el conocimiento y contemplación del Eros. La sacerdotisa y maestra-sabia le instruye en el misterio de algo que no es para todos. Ante esto, Sócrates debe ser un iniciado ávido, ya que le es exigido mantener, según el relato de Platón, el conocimiento del misterio del Amor. De aquí que Diotima hable del misterio del Amor recurriendo al mito, ya que no es un asunto mundano, sino divino. Diotima abre a Sócrates la posibilidad de conocer el Amor como algo sagrado.
En Grecia Antigua estos misterios tenían un matiz de ocultamiento y no eran para cualquiera, su conocimiento estaba reservado para unos pocos, los sabios (ciudadanos de oro). Diotima lo sabe, no únicamente porque es sacerdotisa, sino porque es sabia; adicionalmente, lo sabe compartir porque es maestra a través de una oralidad dialógica que, paulatinamente, encamina a otro sabio, es decir, Sócrates. El Oráculo había afirmado sobre él: «no hay nadie más sabio que Sócrates». Por lo tanto, si el coloquio Sócrates-Diotima que versa sobre el Eros ocurrió verídicamente, me atrevería a afirmar que la maestra-sabia intuyó que él era consciente de su propia ignorancia, un pórtico educativo para contemplar noéticamente lo abierto y vedado para los filósofos. Sócrates representa efectivamente a aquellos sabios que no se mezclan con la doxa típica de los necios.
Diotima, la mujer filósofa
En El Banquete es ella la maestra-sabia del gran maestro Sócrates, quien es conocido por no pocos como el auténtico iniciador de la devoción a la sabiduría que devendrá, así, filosofía. Con él, en la Edad de Oro de Atenas —entre los siglos V y IV a. C.— nacería la Mater Scientiae (Madre de las Ciencias) con un matiz antropocéntrico, esto es que no solo observa fuera-de, sino que hurga las verdades más universales en el interior del anthropos. Su método de enseñanza le ha inmortalizado como maestro de maestros. No obstante, este breve encomio pretende apuntalar la presencia de alguien que enseña a Sócrates. Será ella, Diotima, una mujer, una sacerdotisa, una maestra, una sabia, portadora de estas virtudes, generosa en donarlas al discípulo o iniciado. ¿Es acaso ella la madre del padre de la filosofía? Y haya existido o no, es indudable que el partero de la verdad la señala como su maestra en la comprensión del Eros. A Parménides lo instruirá una diosa, alguien de naturaleza divina, mientras que a Sócrates lo iniciará una sacerdotisa en los misterios del Eros. Esto constituye una simple pero certera herramienta usada por los griegos en una especie de oralidad pedagógica para explicar los misterios en voz de los oráculos, o bien el reconocimiento de aquellas —mujer diosa y mujer sacerdotisa— que moran en el templo, que portan su llave, lo sagrado y su resguardo bajo la custodia de lo femenino. Diotima es así la mujer demónica asociada al develamiento del misterio del Amor.
Ciertamente puede hacerse una cronología estructurada y agrupada de las mujeres filósofas durante la historia. Gilles Menage³¹ las agrupa en once categorías y da inicio con una suerte de filósofas inclasificables o de «escuela incierta». Pero continúa con una numeración de posibles escuelas de mujeres filósofas: platónica, académica, dialéctica, cirenaica, megárica, cínica, peripatética, epicúrea, estoica y pitagórica. Allende de esta clasificación, habría que dilucidar los criterios o categorías respecto de los cuales se puede llamar a una mujer filósofa. En esta línea, Beatrice Zedler³² hace las siguientes preguntas, a manera de núcleos, para determinar un parentesco con el quehacer filosófico: «¿una mujer fue llamada filósofa, sabia o persona culta por algún escritor antiguo?; ¿tuvo vínculos familiares o fue amiga o discípula de un filósofo reconocido?; ¿llevó a cabo algún trabajo o participó en alguna actividad relacionada con la filosofía?». Si por lo menos una o varias de estas cuestiones pudieran responderse afirmativamente, señala Zedler, la mujer podía ser una buena candidata para el catálogo de Ménage.³³
El caso de Diotima, esta se proyecta como la mujer que enseña filosofía, como también lo hicieron Temistoclea o Aspasia, e incluso aquellas que encabezaban escuelas filosóficas, entre ellas Hipatia o Tenao. He aquí, entonces, el criterio por el que Diotima debe citarse en la Historia mulierum philosopharum (Historia de las mujeres filósofas). Tal maestra-sabia no podría dejarse por fuera de esta problemática, ya que es ella quien enseña a Sócrates la filosofía amatoria y él ya la reconoce como sabia y enseñante. Discurrirán después sobre ella los ya citados Máximo de Tiro, Luciano de Samósata, Clemente de Alejandría, entre otros.
Por otro lindero más contemporáneo, es meritorio citar el texto de Ingeborg Gleichauf, Mujeres filósofas en la historia (desde la Antigüedad hasta el siglo XXI).³⁴ En este texto es llamativo el nombre del capítulo donde se ubica a Diotima: «Altamente veneradas y ridiculizadas: Mujeres filósofas en la Antigüedad», en el cual aparecerá acompañada de otras cinco mujeres filósofas: Teano de Crotona, Aspasia, Fintis, Perictione e Hipatia. Pareciera que Platón es el único y primer testigo de la existencia de Diotima y su diálogo con Sócrates, quien aparece como protagonista de un festín cuya sobremesa solía llamarse simposio, un momento abierto a la discusión de temas espirituales. En el turno de Sócrates, casi de súbito, recurre a Diotima de Mantinea (sabia, milagrosa y maestra). Ella pareciera jugar un papel de intermediadora entre las posturas de Agatón y Sócrates, de tal forma que este último proferirá lo siguiente: «intentaré, pues, exponeros, yo mismo por mi cuenta, en la medida en que pueda y partiendo de lo acordado entre Agatón y yo, el discurso que pronunció aquella mujer».³⁵ Una de las enseñanzas bajo la cual, arrolladoramente, se le puede declarar como filósofa es la que hace cuando habla sobre los filósofos, a quienes no determina como ignorantes o sabios, sino como un intermedio al igual que el Eros: «La sabiduría, en efecto, es una de las cosas mas bellas y Eros es amor de lo bello, de modo que Eros es necesariamente amante de la sabiduría, y por ser amante de la sabiduría, está por tanto, en medio del sabio y del ignorante».³⁶ Diotima está plasmada así en El Banquete. Es la mujer que ama la verdad y que aspira a bienes de la talla de la belleza y la bondad. La maestra-sabia, siendo sacerdotisa, dista del pensamiento de los pitagóricos para quienes existía una especie de mundo donde todo está relacionado; en cambio, para Diotima —siguiendo a Platón— existe un dualismo cosmológico, o bien dos mundos, donde el primero es contingente y accesible por los sentidos, material y corruptible. Opuestamente, el segundo será el más importante y esencial, es eterno, arquetípico y está por encima de la comprensión de los ignorantes o necios. Este último será accesible por vía de ascenso para los sabios, cuya alma es apta para la noesis como contemplación de arquetipos o ideas, aquellas realidades que son inmutables y eternas.
A manera de conclusión
Sobre Diotima se han expuesto diversos testimonios que son posibilidad para afirmar su existencia histórica, paralela a la vida de Sócrates. La primera evidencia es ineludible, ya que es el mismo Platón quien la cita y pone en su boca referencias profundísimas de su propia filosofía. El Eros es objeto de la reflexión poética y filosófica de aquella que es mujer antes que sacerdotisa; dicha mujer será fundamental para abordar, con pericia filosófica, las formas más elevadas del conocimiento, en ella está patente el qué enseñar, cómo enseñar y para qué enseñar, id est, el Eros, la mayéutica y la contemplación noética reservada para el alma.
Es menester entender que la finalidad y el cometido de la presencia de Diotima en la filosofía no estriba en su existencia carnal, sino en la impronta que tiene para la comprensión del diálogo filosófico. Además, queda claro, con su presencia, que el ejercicio filosófico no es exclusivo de hombres sino también de mujeres, siempre y cuando ambos tengan en común la devoción teorético-contemplativa que exige el misterio del Ser. Por ello mismo, nuestro tiempo exige ver a la Antigüedad como un espacio histórico de pensamiento fuerte, en el que se cimentaron muchas de las bases de lo que hoy conocemos como la cultura occidental. No podría haber alcances científicos y humanísticos sin la presencia de filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles y, conclusivamente, tendríamos que recurrir a los maestros de los mismos: Aristóteles fue discípulo de Platón, quien sería discípulo de Sócrates, y ¿quién habría instruido al padre de la Filosofía en el misterio del Amor?, pues será Diotima.
Está última interrogante y su respuesta nos deben recordar el papel de la mujer en la historia, no solo de la filosofía, sino también en la religión, las humanidades, la ciencia y el arte. Es cierto que los relatos no siempre han sido justos con la incidencia sin par de la mujer, como es el caso de María Anna Mozart (Nannerl) quien, a pesar de tener un alto talento musical, fue opacada por Wolfgang Amadeus Mozart, en buena parte debido a la intervención, que podría leerse como autoritaria y patriarcal, de Leopold Mozart (padre de ambos).
El Eros desocultado por Diotima no es algo por poseer, sino el que llama a salir del sí mismo. Diotima es maestra que arranca al anthropos de la soledad y la mezquindad egoísta. La maestra-sabia parece llevar al iniciado a un mundo donde no cabe lo efímero sino lo perenne, donde el aprendiz, cuya ignorancia es autoconsciencia del deseo del saber filosófico, está abierto —en su individualidad— a ir en pos de la verdad y la belleza, dos atributos que emparentan y unen todo, ya que cada uno de los seres, según la filosofía platónica, tiene, a fin de cuentas, un modelo o arquetipo con atributos trascendentales que de manera negativa o superlativa predican el Ser. Por ello es que, cuando se habla filosóficamente del Eros, está implícito un ascenso, que es a su vez develamiento amoroso; he aquí la praxis filosófica que somete la estructura corporal-carnal. Brota para el hombre la posibilidad de amar gracias a la corriente del amor y la memoria (ἀνάμνησις, anamnesis), las cuales son manifestación de la forma más esencial, es decir el alma (la forma humana pura que anhela eternidad e inmortalidad). Y en todo esto la mujer de Mantinea es necesaria, ya que sin ella no se entendería la forma y el territorio del Eros.
Finalmente, debe quedar claro que la historia de la filosofía no es quehacer exclusivo de hombres filósofos. Abordar la historia de Diotima en este breve estudio responde a dos preguntas: Primero, ¿acaso no hay mujeres filósofas?; segundo, ¿es que no filosofan las mujeres?³⁷ No solo la filosofía, sino las distintas áreas de la cultura, ciencia, arte, tecnología y humanidades son un horizonte abierto para hombres y mujeres. El ejercicio de la filosofía impele e incluye sin distingos a todo aquel que se haga las preguntas: ¿qué va a ser de mí?, ¿qué voy a hacer de mí? No se deben entender estos llamados existenciales como privilegio de hombres. Diotima es digna representante de este deber ser, especialmente cuando se habla de la creación subjetiva del conocimiento y la cultura. No entender esto nos asemeja a los necios o brutos (poco entendidos) y, consecuentemente, nos aleja de la contemplación del Eros.
¹ Es licenciado en Filosofía y Educación por la Universidad Francisco Marroquín y posee dos especialidades a nivel de maestría: una en Dirección Estratégica y la otra en Desarrollo Humano. Ha realizado publicaciones de naturaleza filosófica en la Revista de Filosofía de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Asimismo, ha participado en la coautoría de libros de reflexión filosófico-científica. Es autor del libro Ideas filosóficas en Guatemala: influencia en nuestra historia y desarrollo. Actualmente ejerce como titular de la Vicerrectoría Académica de la Universidad Mesoamericana, es director del Departamento de Filosofía de la Universidad de San Carlos de Guatemala y ejerce la docencia en la Escuela de Estudios de Postgrado de la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos.
² Luciano de Samósata (125-181 d. C.), aunque sus datos biográficos son inseguros, alguna fuente sobre su vida podría hallarse en el Suda Lexicon y algunos de sus escritos como el El Sueño, el cual podría eferenciarse como una especie de biografía. En dicha obra hay evidencia respecto de su origen semita-sirio.
³ Este diálogo fue escrito posiblemente cerca del 179 d. C. y versa sobre una sátira suspicaz acerca de un concurso por una cátedra de filosofía y otra de retórica. «Las cátedras de Filosofía se repartían únicamente entre cuatro escuelas, la platónica, la estoica, la epicúrea y la peripatética. Había dos cátedras para cada secta, según se deduce de la afirmación de que la vacante se debe al fallecimiento de uno de los peripatéticos». Luciano de Samósata, El Eunuco, en Obras, 97.
⁴ ibid., 100-101.
⁵ Aparece el siguiente texto en la Ilíada: «El anciano señor de los carros mandábalos, Néstor, que en noventa curvados navíos habían llegado. Los de Arcadia, que viven al pie del esbelto Cilena, donde se halla la tumba de Epitio, lanceros valientes los de Fenio y Orcónmeno, la de muchas ovejas, los de Ripe y Estratia y Enispe que azotan los vientos de Tegea, y los de la de valles en flor, Mantinea, y además los de Estínfalo y los que en Parrasia vivían, a las órdenes de Agapenor soberano, el Ancíada en sesenta navíos llegaron, y en cada uno de ellos numerosos arcadios expertos en cosas de guerra», cfr. Homero, Ilíada, 82.
⁶ Doxa es un término griego que podría traducirse como «opinión». Es usado por Parménides y Platón acentuando que es la vía de la experiencia seguida por los necios, insensatos o ignorantes; la doxa es el camino del error.
⁷ Noesis, en el pensamiento de Platón, es la idoneidad o sabiduría para lograr la contemplación de las ideas o arquetipos. La noesis es una disposición o virtud que se alcanza por el alma y no por los sentidos. Pero serán las almas sabias —de los ciudadanos de oro— las que logran este nivel de conocimiento.
⁸ Platón, El Banquete, XIII.
⁹ El Simposio es también conocido como El Banquete. La autoría de dicha obra es de Platón y fue escrito probablemente entre los años 385-370 a. C. El tema transversal de esta obra será el Eros (Amor). Es una obra cuyo valor no es únicamente filosófico, sino también literario.
¹⁰ cfr. Aelius Aristides, Orations.
¹¹ Clemente de Alejandría, Stromata, Libro VI, cap. 3, fragmento 31.4.
¹² cfr. Máximo de Tiro, Disertaciones filosóficas XVIII-XLI, parte XVIII, sección 4.
¹³ ibid., parte XVIII, sección 9.
¹⁴ ibid., parte XXXVIII, sección 4.
¹⁵ cfr. Jeannet Ugalde Quintana, «Diótima, Maestra de Sócrates en el conocimiento del amor, su presencia en el diálogo Simposio», 95.
¹⁶ Gustave Fougeres (1863-1927). Arqueólogo francés especialista en la Grecia arcaica. Se unió a la Escuela Francesa de Atenas en 1885. Realizó estudios arqueológicos en Mantinea (1887-1888).
¹⁷ Gustave Fougeres, Mantinée et L’arcadie orientale, 328-329.
¹⁸ La dianoia es un nivel o peldaño en el conocimiento epistémico, es una suerte de razón discursiva con alcance de conocimientos por medio del avance desde premisas a conclusiones (partir de principios y causas). Representará el conocimiento, por ejemplo, en temas matemáticos. Sin embargo, no será el conocimiento más puro o sublime, ya que este último está reservado a la noesis (contemplación del mundo eidético).
¹⁹ Juan David García Bacca (1901-1992), filósofo español nacionalizado venezolano. Alcanzó la borla doctoral en la Universidad de Barcelona en 1934. Su carrera está marcada por la docencia y la profundización teórica de la filosofía en diversas áreas. En 1983 fue nombrado miembro de la Academia (platónica) recibiendo el doctorado honoris causa por la Universidad de Atenas. Adicionalmente fue un brillante traductor de obras de los presocráticos y de Platón, Aristóteles, Jenofonte, Tucídides, Euclides y Plotino.
²⁰ cfr. Platón, op. cit.
²¹ El hiperuranio consiste en el Mundo de las Ideas o Mundo Ideal. Esto sería, en la filosofía platónica, la realidad donde se fundamenta metafísicamente el Ser o Realidad.
²² ibid., 47.
²³ ibid., 48.
²⁴ id.
²⁵ id
²⁶ La palabra demonio tiene su derivación en el griego y puede leerse como daimón y la misma no tiene una connotación maligna o inmoral. Además, designa a un ser espiritual. También se usaba el término para referirse a las personas con altos conocimientos como los filósofos. En otras palabras, no se debe entender el término demonio como una entidad maligna según lo designan algunas religiones.
²⁷ ibid., 50.
²⁸ id.
²⁹ Quintana, «Diótima, Maestra de Sócrates», 93-94.
³⁰ Sobre estas referencias en las distintas secciones de El Banquete. cfr. Platón, El Banquete, 244-265.
³¹ Gilles Ménage (1613-1692). Escritor y eclesiástico francés. Se sabe que fue experto en gramática. Fue preceptor de mujeres importantes como madame La Fayette y madame de Sévigné. Se cree que este tipo de influencia y amistad le pudo haber motivado a escribir la obra Historia de las mujeres filósofas. Escribió también lo que puede ser considerado el primer diccionario de francés, Orígenes de la lengua francesa.
³² Dr. Beatrice H. Zedler (1932-2022), autora del libro Cómo comienza la filosofía. Profesora emérita de filosofía en Marquette University (Milwaukee, Wisconsin, EE. UU.). Obtuvo su doctorado en Fordham University (Nueva York) en 1947.
³³ Gilles Ménage, Historia de las mujeres filósofas, 38.
³⁴ Ingeborg Gleichauf, nacida en 1953 en Friburgo de Brisgovia (Alemania). Se ha dedicado al estudio de la germanística y la filosofía. Ha hecho investigaciones y estudios sobre mujeres filósofas y una biografía sobre Hanna Arendt. Su tesis doctoral la dedicó a Ingeborg Bachmann.
³⁵ Ingeborg Gleichauf, Mujeres Filósofas en la historia, 15.
³⁶ id.
³⁷ ibid., en portada.
Bibliografía
Aristides, Aelius. Orations, vol. II, editado y traducido por Michael Trapp. Loeb Classical Library.
De Alejandría, Clemente. Stromata, Libro IV, cap. 3, fragmento 31.4. Internet Archive.
Fougeres, Gustave G. Mantinée et L’arcadie orientale, editado por Alvert Fontemoing. Paris: Ancienne Librairie Thorin et Fils, 1898.
Gleichauf, Ingeborg. Mujeres Filósofas en la historia. Barcelona: La Desclosa, S. L., 2010.
Homero, Ilíada. Madrid: Gredos, 1996.
De Tiro, Máximo. Disertaciones Filosóficas XVIII-XLI, parte XVIII, sección 4. Madrid: Gredos, 2005.
Ménage, Gilles. Historia de las mujeres filósofas. Barcelona: Herder, 2009.
Platón. El Banquete, versión de Juan David Bacca García. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1944.
—. El Banquete. Introducción, traducción y notas de M. Martínez Hernández. Madrid: Gredos, 1968.
Samósata, Luciano de. El Eunuco. en Obras, vol. 3, traducción de Juan Zaragoza. Madrid: Biblioteca Clásica Gredos, 1990.
Ugalde Quintana, Jeannet. «Diótima, Maestra de Sócrates en el conocimiento del amor, su presencia en el diálogo Simposio». Aporía, Revista Internacional de Investigaciones Filosóficas, n.o 25 (2023).

