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El lenguaje de la astrología y sus efectos en la construcción de la identidad

por Ana Vásquez¹

Resumen

Ante el resurgimiento de la astrología en la vida diaria a principios del siglo XX y su popularización en redes sociales, se alza la pregunta de dónde surge el atractivo hacia esta pseudociencia. Por medio de un análisis del uso del lenguaje se concluye que es una crisis de identidad la que ha empujado a los individuos hacia esta práctica. La falta de autoconocimiento y carácter ha creado una generación insegura y sin respeto a sí misma. Haciéndola incapaz de tomar agencia sobre sus propias vidas.


Palabras clave: astrología, identidad, lingüística, valor propio, ciencia


Abstract

Given astrology’s resurgence in everyday life in the early 20th century and its popularization in social media platforms, the question arises as to where the attraction to this pseudoscience stems from. Through an analysis of the use of language, it is concluded that it is an identity crisis that has pushed individuals towards this practice. The lack of self-knowledge and character has created an insecure generation with no self-respect. Making them incapable of taking agency over their own lives.


Keywords: astrology, identity, linguistics, self-worth, science


So when you go solo you hold your own hand

And remember that depth is the    greatest of heights

And if you    know where you stand then you know where to land

And if you    fall it won't matter 'cause you'll know that you're right

Fiona Apple


Así que cuando vayas solo coge tu   propia mano

y recuerda que la profundidad es la   mayor de las alturas

y si sabes en dónde te paras entonces   sabrás dónde aterrizar

y si caes no importará porque sabrás que   tienes razón

Fiona   Apple


Fundamentos de la astrología

Escribir de astrología es un riesgo académico, especialmente para una mujer. Perderé a la mayoría de mis lectores tan solo posen sus ojos en esta palabra. Genera una reacción automática, violenta, pues ¿cómo se puede tomar en serio la astrología cuando parece más una creencia arbitraria fundamentada en teorías desacreditadas? En este mundo existen dos tipos de personas: los que creen en la astrología y los que no. Los primeros entran en lo que creen que es una discusión, intentando convencer a los que no creen ese texto inmaterial y cambiante. Los segundos se involucran en atmósfera de burla o de superioridad intelectual. Admito haber caído numerosas veces dentro de la segunda categoría.


Pero la astrología no tiene que ser real para que sea real para las personas. El boom de la astrología a finales del siglo XX está ligado a un problema generacional más complejo que compañías e individuos que buscan explotar las inseguridades de las personas con finalidades económicas. Nos enfrentamos a una crisis de identidad alarmante. Las personas se levantan un día y se dan cuenta de que no reconocen a la persona que está frente al espejo. Generaciones completas que se han convertido en completas extrañas para sí mismas. Y la astrología, por exótica o incongruente que suene, puede ser la respuesta a este problema. O, por el contrario, un recurso más para cultivar a personas inseguras, sin agencia y carentes de carácter.


Resulta difícil creer que la diapositiva de Instagram que te dice qué tipo de osito cariñosito eres según tu signo zodiacal representa lo que alguna vez fue una de las ciencias más respetadas. La astrología es nuestra ciencia más antigua. Eso fue antaño. Hoy ya ni es considerada una ciencia, sino que una pseudociencia, por su carencia en el empleo del método científico. Bizarro como una creencia, utilizada para dictaminar monarcas y predecir los humores erráticos de los dioses, queda reducida a un truco de fiesta. La astrología no pudo defenderse ante los descubrimientos científicos y perdió toda validez académica que alguna vez poseía. Durante el siglo XVII comienza a asociarse con el paganismo y la brujería, obligando a sus practicantes a esconderse de la vida pública. La astrología vuelve a aparecer   poco a poco a principios del siglo XX en los horóscopos de las columnas   periodísticas, describiendo predicciones vagas de los doce signos del Zodiaco.²  En  respuesta a la creciente popularidad de la astrología y su asociación a las ciencias, la comunidad científica   comienza a debatir sobre su validez. En 1980 el físico Shawn Carlson condujo un experimento   para comprobar esto mismo. Para ello realizó un ensayo doble ciego donde 30   astrólogos debían emparejar la carta natal con el perfil de personalidad   correcta de 116 participantes. Los astrólogos obtuvieron un tercio de   aciertos, lo cual no es mejor que si hubiesen elegido al azar.³  En 2024 este experimento fue replicado, obteniendo   resultados similares. Aunque la astrología no es una ciencia no significa que   no pueda ser estudiada desde un punto científico. Abre cuestionamientos   psicológicos y sociológicos inéditos para comprender a la persona   contemporánea.


Ahora la astrología reina en redes sociales y ya no es necesario esperar la nueva edición de Teen Vogue para conocer tu horóscopo del mes. ¿Horóscopo del mes? ¿Qué tal un horóscopo de tu semana o tu día? Lo buscas en Google y tendrás un desglose de cientos de enlaces a páginas web, blogs y discusiones para ver tu futuro. Luego cuando abras Instagram o Facebook, tu feed estará lleno de publicaciones con diferentes interpretaciones de aquello que acontece en tu vida. Sean situaciones laborales o problemas con una amistad de muchos años, la astrología está a tu disposición para guiarte en el complejo acontecer del ser que llamamos vida.


Si la gravedad tiene efecto sobre nuestra masa, ¿es acaso arriesgado pensar que la alineación de las estrellas afecta nuestro comportamiento? El ritmo circadiano se fundamenta en los efectos de la luz solar sobre el ser humano. El cuerpo reacciona en una coordinación química según la cantidad de luz que percibe. Secreciones de melatonina y cortisol se  sincronizan  con las necesidades del cuerpo. El movimiento intestinal se detiene y comienza con precisión quirúrgica. La presión sanguínea incrementa y disminuye. Todo esto logradopor el simple cambio en cómo llega la luz del sol a la Tierra. No resulta difícil entonces considerar que otros cuerpos celestes puedan tener influencia sobre nuestros cuerpos. Claro, actualmente no existe evidencia científica que lo respalde. Pero en la astrología se ha acuñado el término de «dignidad esencial». La dignidad esencial es utilizada para explicar la capacidad de influencia que tiene un planeta sobre determinado signo zodiacal, resaltando las fortalezas y debilidades que   posee en los diferentes ámbitos de su vida. Existen los planetas de «domicilio» o «exaltación», aquellos que se comunican directa y fácilmente con el signo. Por lo contrario, están los planetas en «detrimento» o «caída», que tienen una comunicación difícil y confusa.⁴ De esta forma la astrología vincula directamente la astronomía con la psicología, intentando crear caminos visibles que le permitan al individuo reconocer las áreas en las que puede mejorar. 


Dos veces al año se escuchan advertencias acerca de cuidar las emociones durante Mercurio retrógrado. Un planeta se vuelve retrógrado cuando perceptiblemente pareciera que va en la dirección contraria. Esto es, en términos concretos, una ilusión óptica. No representa ningún cambio físico sobre el planeta, pero los astrólogos sostienen que los planetas influyen y cambian nuestro comportamiento con las fuerzas que ejercen sobre nosotros. Es romántico. Y no es real. Desde un punto de vista científico, no existe evidencia   concreta que pueda respaldar esto.  Pero ese es el error en que caen aquellos que niegan y argumentan contra la astrología. Las personas no recurren a la astrología por su valor científico. Recurren a esta porque las hace sentir humanas.


El lenguaje nos refleja: estafas    multinivel y discriminación de género

Si he aprendido algo de Amanda Montell, escritora y lingüista, es que ninguna creencia debe ser subestimada. Respirar cada aliento confiando con una certeza absoluta que lo que hay en el aire es oxígeno es la única afirmación que necesitamos para saber que somos seres de naturaleza creyente. Que estemos en constante conflicto sobre nuestra existencia es prueba de que solo queremos existir por un segundo más. No hay nada más satisfactorio que abordar un tema con escepticismo.  Es un juego de  seducción. Es el reto de querer ser convencido.


En su libro Cultish, publicado en 2021, Montell indaga en el éxito de los cultos más famosos a través de la historia americana por medio del lenguaje. Montell estudia los patrones y métodos de comunicación de líderes infames como Jim Jones de Jonestown o Marshall Applewhite de Heaven’s Gate, y los compara con el marketing multinivel, la cultura fitness y grupos de rehabilitación como Syanon que operan en la actualidad.


Dado que las palabras son el medio  a través del cual se fabrican, alimentan y refuerzan los sistemas de  creencias, fundamentalmente su fanatismo no podría existir sin  ellas. «Sin lenguaje, no hay creencias, ideología ni religión», me escribió  desde Escocia John E. Joseph, profesor de lingüística aplicada en la  Universidad de Edimburgo. «Estos conceptos requieren un lenguaje como  condición de su existencia». Sin lenguaje, no hay «cultos» [...] Con un atisbo  de voluntad, el lenguaje puede hacer mucho para aplastar el pensamiento  independiente, oscurecer las verdades, fomentar el sesgo de confirmación y  cargar emocionalmente las experiencias de tal manera que ninguna otra forma de  vida parece posible. La forma en que una persona se comunica puede decirnos  mucho sobre con quién se ha relacionado y por quién ha recibido influencias.⁵


Este lenguaje fanático, manipulador y de naturaleza coercitiva se esconde mejor de lo que creemos en los espacios en los que nos encontramos. Este es el lenguaje que nos lleva a caer en estafas, en abandonar nuestras comunidades, en matar o al suicidio. Las palabras tienen consecuencias atroces. Este lenguaje de culto se observa principalmente en organizaciones que buscan (1) tu dinero y (2) tu lealtad para darles más dinero. Todos somos vulnerables. Tal vez solo estás dando un vistazo por redes sociales cuando de repente ves un video que promete un cambio instantáneo con un nuevo producto multivitamínico. Solo debes gastar Q250 y te llevarán el kit a nuestra casa. Entonces lo compras, ¿por qué no? Parece veraz, cuenta con un sitio web completo y lleno de información. Es más, los comentarios están llenos de personas satisfechas que juran que el producto ha cambiado su vida. Incluso ves, entre estos, a algún conocido.


Entonces lo compras. Si no funciona, puedes pedir un reembolso. Pero cuando recibes tu paquete ves que incluye una guía sobre el programa y todos los cursos que ofrece, pues tu bote de vitaminas es solo el inicio de tu nueva vida. Y cuando menos lo esperas, alguien de la comunidad se pone en contacto contigo. Es amigable, abierto y honesto con sus inseguridades. Resulta difícil desconfiar, especialmente cuando ves su perfil y parece que, sí, su vida es perfecta. Entonces te invita a comprar los libros. Y lo haces. Y luego de los libros te invitan a sus reuniones; por tanto, aceptas. Todo esto mientras sigues pagando tu plan mensual de Q1125 (porque lo mejoraste para que nunca te falten las vitaminas). Te sientes con más energía, a gusto con las personas que convives y sientes que todo se ha alineado finalmente. Así, recuerdas a tu amigo que está pasando por un periodo difícil y le recomiendas el programa porque tu vida mejoró.


La astrología es más popular entre las mujeres que entre los hombres. Podemos encontrarla en las columnas de Teen Vogue o Elle, en usuarios de redes sociales que generan contenido destinado a una audiencia femenina e inclusive en los espacios sociales son las mujeres quienes tienden a liderar estas conversaciones. Es evidente que la astrología se ha aprovechado de esto. Ha tomado al grupo más vulnerable a la percepción social y autocrítica, y lo ha convertido en su mayor consumidor. El entorno en el que crece una mujer es uno que la obliga a considerar cada acto y gesto que realiza, no por su bien, sino que por el de la percepción que el mundo exterior pueda tener de ella.  «Ser mujer  es actuar» es la frase que se ha popularizado en redes sociales y medios  digitales, explicando este sentimiento y percepción colectiva que se tiene sobre cómo una mujer debe   comportarse. Aquí es donde la mujer deja de ser y se convierte en adjetivo,   en idea, en personaje o en objeto. «Estadísticas y periódicos me dicen que   soy infeliz y que estoy muriendo, que necesito de un hombre y de un hijo para   estar realizada, que tengo mayor probabilidad de tener cáncer de mama.   Y es biología, es mi propia culpa, es el castigo divino de los rebeldes» canta Jenny Hval en That   Battle Is Over, la tercera canción en su álbum Apocalypse, girl. Se ha destruido la identidad de la mujer en un proceso de búsqueda de la aceptación donde, constantemente, debe probar el valor de su existencia. Como  si tuviera que pagar este castigo divino que Hval menciona.


No resulta extraño que, con una imagen desgastada y plasmática, queramos recurrir a un espacio que nos juzgue constructivamente por quien somos y no por nuestro cuerpo. También explica por qué la astrología es tan despreciada en el contexto académico: es una ciencia perceptiblemente femenina. Es inexacta, carente de fundamentos y frívola. Es todo aquello a lo que la lógica le tiene miedo. Es el prejuicio machista de una práctica que comprende la necesidad del estudio metafísico y el poder que adquiere una persona, especialmente una mujer, que se vuelve una con su ser.


La astrología no es un culto, pero el lenguaje que utiliza sí lo es. Existen estafas demarketing multinivel con grupos sociales detrás de muros de pago, sesiones de uno a uno y colecciones de libros. Todo esto adornado con la promesa de llevarte a conocer quién eres y cómo navegar tu vida. Pero este lenguaje también es utilizado sin la intención de obtener algo del receptor, y me atrevo a apostar que lo usan sin saberlo. El lenguaje de culto es más que escuchar aquello que queremos escuchar. Utiliza eufemismos, como las «dignidades planetarias», para crear un lenguaje interno que solo los miembros del grupo puedan entender para generar un efecto psicológico de pertenencia. Cuando escuchas a un médico hablar y empieza a utilizar términos que desconoces o que suenan muy técnicos, digamos «trombocitosis» o «paracentesis», inmediatamente asumes que no solo debe saber de lo que habla, sino que debe estar en lo correcto.


También hay un uso frecuente de thought-terminating clichés (clichés que le ponen fin a la discusión). Estos clichés son frases con cargas singulares, como «así es la vida». Se lee inofensivo, ¿verdad? Yo misma he utilizado este fraseo cientos de veces en conversaciones mundanas. Tal vez alguien te está hablando del estrés que ha sentido en el trabajo o la presión que siente por escribir un artículo al cual no le encuentra ni pies ni cabeza. Entonces, queriendo apoyarlos en este momento vulnerable, les contestas algo que va más o menos así: «Es un momento difícil, pero yo sé que puedes superarlo y salir adelante, en fin, así es la vida». Esta pequeña frase es más violenta de lo que parece. Superficialmente estamos empatizando con la persona, llegando a un acuerdo de que navegamos por los mismos problemas y lo único que podemos hacer es enfrentarlos. Pero estas cuatro palabras también cumplen con otra función: terminar con el argumento. Y terminarlo no con un punto, sino que descartar por completo. De las veces que recuerdo haber utilizado esta frase, en todas terminó la conversación luego de vocalizarlas.


El lenguaje tiene límites. No puede hacer que una persona crea o haga cualquier cosa. Tiene el efecto deseado sólo si la persona está abierta a creer en algo, debe existir ya  dentro de ella un poco de duda. Especialmente cuando tendemos a favorecer el sesgo de confirmación, buscando aquello que refuerza lo que ya creemos. A nadie le gusta estar equivocado o parecer poco inteligente. No lograremos que alguien crea que la luna llena en piscis es una gran oportunidad para el desarrollo personal si dentro de él o ella no existe alguna duda sobre este aspecto de su vida. Es así como se introduce la astrología con una gran cantidad de escepticismo, pero, en lo más profundo, una semilla de incertidumbre.


¿Quién es mi vecino? Anhelo por la  comunidad

Cuando leemos nuestro horóscopo, los astrólogos indican que es importante tomar aquello que resuene con nosotros y no pensar mucho en el resto. Esta generalización de las situaciones le permite a la astrología al menos acertar siempre en algo. Y ese algo que acierta es suficiente para hacernos susceptibles a creer. Porque mientras más leemos y nos involucramos, nos damos cuenta de que cada vez pareciera acertar más. Como si realmente supiese la manera intrínseca en que funciona nuestra mente. No todos somos iguales. Algunos creerán fácilmente y a otros les tomará más evidencia para querer apostar en estas creencias. Otros nunca creerán, incluso si se revelara un estudio respaldado por las mentes más prestigiosas del campo científico que afirmara la astrología como un hecho. Es posible que ni siquiera aquellos que recurren a la astrología crean en ella. Parcial o totalmente.


La astrología contemporánea no apela a las masas por cualquier valor científico que pudiese tener. La astrología es tan popular porque ofrece dos de las cosas más valiosas para el ser humano: lenguaje y conexión. Nos gusta sentirnos validados. Nos gusta expresarnos cuando algo nos molesta o no está saliendo como lo esperábamos; sin embargo, en los tiempos digitales, encontrar esa validación verbal, resulta más difícil que nunca. Tenemos miedo de admitir que sentimos miedo. Interactuar con una página manejada por alguien que no conozco ni me conoce, alguien que no me puede juzgar, empero me puede dar esa validación que tanto deseo, es más fácil. Las cosas no tienen que ser reales para creer en ellas. Tal vez nueve de las adivinaciones de un horóscopo no son certeras, pero una que sí me otorga suficiente validación. Las predicciones no son las que deben convencer a las personas, ellas mismas se convencerán por su cuenta.


El valor de la astrología contemporánea yace en su lenguaje. Me atrevo a decir que posiblemente es lo más cercano que tenemos a diálogos filosóficos en la actualidad. Su naturaleza simbólica y su finalidad como espacio de  congregación la hacen el canal perfecto para que la persona regrese a la introspección. La astrología funciona como herramienta para comprender al ser y a aquellos que lo rodean. Si la astrología nos centra en nosotros mismos, nos reconecta con ese ser que hemos ignorado y sepultado en lo más profundo de nuestra mente. ¿Por qué juzgar a aquel que busca mejorar?, ¿a aquel que desea comprender su entorno y los lazos que forma? Y no son solo las personas vulnerables las que terminan en estos espacios, todos anhelamos  conexión y validación. En una sociedad con tanto miedo a admitir el fracaso, sus inseguridades y sus miedos, la astrología ofrece un refugio para lo  auténtico.


Identikit

Abordé ya la reestructuración adaptada en la percepción externa a la que se someten las mujeres; no obstante, aunque es mucho más común en ellas, no es exclusiva. Y nos lleva a un problema más grave, posiblemente generacional: el desconocimiento de la identidad individual como colectiva. La persona contemporánea ha conseguido satisfacer sus necesidades básicas, dejándolo con una libertad que antes desconocía. Una libertad que es tratada, cual padecimiento, con la ocupación de la mente, huyendo de cualquier posibilidad de estar solo con sus pensamientos siquiera por un segundo. Porque es en ese momento de silencio que se da cuenta de que toda esa imagen que ha ido construyendo para su percepción como individuo, este identikit, está fundamentado, en su mayoría, por factores falsos o irreconocibles. La   generación z es una generación que nació en el mundo del consumo y la   tecnología, creció con acceso inmediato al internet y las redes sociales. A   diferencia de sus generaciones predecesoras, nunca experimentó la transición   al mundo interconectado. La identidad de esta generación se aleja de donde   nace y su herencia, dándole más importancia a la ocupación, relaciones,   educación y grupos sociales a los que pertenece.⁶ No puedo generalizar y dar por hecho que toda esta   generación cae víctima a la curación excesiva que ha sido fomentada por las   redes sociales, pero es importante notar cómo una   generación completa que se caracteriza a sí misma por su inclusión y   diversidad se ve tan afectada por la performatividad. Somos una generación   que, tal vez, ve más de lo que debe. Recibiendo estímulos   sin limitaciones o medidas, estamos conscientes de más información que nunca, resultando en una hiperconsciencia de los demás y nuestro  rol dentro nuestra comunidad.


Conocer al otro es más fácil que conocerse a sí mismo. Las fronteras físicas del otro convierten a un ser inmaterial, plasmático, en uno sólido. Alguien definible por la física y el lenguaje. El yo es todo lo contrario. Es efímero, indefinido y, sobre todo, cambiante, mutable. El contexto actual no quiere fomentar a personas con carácter, con seguridad de sí mismas, independientes. No se puede controlar a aquel que sabe lo que es y lo que merece. Estas personas son un atentado contra el sistema. Son peligrosas.


La astrología no debe preocuparnos por su naturaleza pseudocientífica. Lo que nos debe llamar la atención es por qué las personas recurren a ella para conocerse y luego poder decir «es muy capricornio de mi parte». Los signos zodiacales se han convertido en los arquetipos de hoy en día. Leer materiales que calman aquellas dudas que las personas tienen sobre sus propios comportamientos y cualidades es una manera de reafirmar nuestras identidades. Esta forma de vivir, en constante cautela de lo que piensan los demás, nos ha llevado a construir personas inauténticas y sin respeto propio. Una   adicción insaciable por micro validaciones constantes. ¿Nos acerca más la astrología a nuestro yo verdadero? Al  individuo en su estado más puro, uno que sabe de dónde   proviene y en dónde camina, aquel que, pese a la incertidumbre y el miedo, se   atreve a ser irrevocablemente sí mismo. Aquel   que reconoce el balance de ser moldeado y moldear. Aquel que no busca en vano   la permanencia, sino que reconoce la evolución como parte natural. Las   preguntas cambian como las respuestas lo hacen. Fuera de aquellas personas que ofrecen cursos y libros a precios ridículamente elevados, no considero que el uso de la astrología sea, en su totalidad, malo. Todo lo contrario, es la herramienta perfecta para reconectar a la persona contemporánea a diálogos filosóficos.


Pero este recurso es un arma de doble filo. Es mucho más fácil atribuir nuestras faltas y problemas a la alineación de planetas a millones de kilómetros de distancia que tomar responsabilidad sobre ellas. Es más fácil aceptar que somos lo que somos porque así ha sido prescrito que asumir la responsabilidad de nuestras acciones y de nuestra identidad. Joan Didion lo expuso en 1961 en su ensayo sobre el respeto propio.⁷ Nos hemos convertido en personas sin carácter, sin el deseo de conocernos y actores para cada persona que conocemos. Lo desconocido nos paraliza y por eso huimos de nosotros mismos. Pero no podemos escaparnos. Al final somos la única persona con la que estamos atrapados toda nuestra vida. Es como vivir en una casa embrujada, siempre alerta a aquella presencia no bienvenida. Qué exhaustivo es vivir con miedo. Si no te puedes relajar contigo mismo, ¿con quién lo harás?


Somos nuestra mayor interrogante. Víctimas de la imagen completa, tratamos de descifrar nuestro rol dentro del todo. Hacer las paces con uno mismo no es una tarea fácil. Requiere de disciplina y tiempo. Mucha introspección y paciencia. «La soledad es el alambique de la persona» escribe Lewis Hyde en un pasaje introductorio de Cartas a un joven poeta  de Rainer Maria Rilke, reflexionando en la necesidad de este último por encontrarse a sí mismo fuera de toda convención o rol social en la   soledad. A veces son dos pasos adelante y otras veces es uno adelante y dos para atrás. Las cosas que vienen fácil no generan ninguna satisfacción. Conocerse a sí mismo es posiblemente el axioma universal sobre la condición humana. Está bien que se nos dificulte conocernos, ¿pero no estar siquiera interesados en intentarlo? Muerte absoluta del espíritu humano.


La astrología puede servir como guía en el largo e incierto camino del autoconocimiento, pero no puede ser tomada como la respuesta absoluta. La astrología es el medio, no el fin. La posición de los astros no son nuestras pasiones, nuestras cualidades, nuestras penas o nuestras actitudes. No nos hacen, nos hacemos. La responsabilidad recae en nosotros. La verdad es aterradora. Nuestra tendencia al escapismo, que solamente se alimenta cada día con las redes sociales, nos ha vuelto cobardes para vivir aunque sea un segundo en nuestra cabeza. Sufrimos de ostracismo bajo nuestras propias manos.


Tomar agencia sobre nosotros y nuestra vida nunca ha sido más relevante. Nos estamos ahogando en una montaña de inseguridades y dudas. No podemos pretender hacer algo por los demás o por el mundo cuando ni siquiera tenemos el coraje de hacerlo por nosotros mismos. Es lamentable ver a una generación tan obsesionada con su propia destrucción.


La próxima vez que te topes con una publicación de astrología, que leas un horóscopo o te pregunten por tu signo, no cierres de inmediato el diálogo. Considera, en cambio, por qué esta persona cree o dice esto. Este es un lenguaje poderoso, cargado de connotaciones más severas de lo que aparentan. El mundo entero de una persona puede resumirse en signos y elementos. No pretendo convencerlos en creer en la astrología ni ha sido mi intención a lo largo de este artículo. La astrología es simplemente el medio que he elegido para revelar un problema más serio que debatir las creencias de otras personas. Una crisis de identidad tan severa que ha llegado a fragmentar lo que algún día se conocía como vida en comunidad.


Esta es una enfermedad generacional. No es el padecimiento de algunos, es el padecimiento de todos. Y las consecuencias no son solo internas. El concepto de comunidad parece foráneo y la antipatía crece violentamente. Olvidamos que formamos parte del todo y que eso nos exige responsabilidades. Cada acción que cometemos es parte del flujo, no son   acontecimientos aislados sin causalidad. Somos los sumos responsables de aquello que causamos, voluntaria como   involuntariamente. Es imposible escapar de la vida en sociedad. La solución yace en el doloroso, lento y frustrante proceso de hacer las paces con uno mismo.


Para conocernos necesitamos dejar de racionalizar todo. No somos una ecuación. Somos plasma. Inconcretos y perecederos. Qué libertad más aterradora es la capacidad de cambiar. Nos paraliza el cambio porque no hemos aceptado que la vida no se concreta con permanencias. Nos hemos convencido incapaces de cambiar, de transformarnos. Es una extraña lealtad hacia una persona que ni siquiera conocemos bien. A una persona que ni nos agrada. Nos hacemos cada día más escasos gastándonos hasta nuestro último hueso. ¿Y qué ganamos? ¿Por qué nos obsesiona tanto nuestra autodestrucción? Tan poco valor vemos en nosotros mismos que ya no es necesario que la sociedad nos destruya. Nosotros lo hacemos por nuestra cuenta y con gusto. Estamos tan enojados e insatisfechos con el mundo que nos rodea que lo internalizamos. Mitsuki Miyawaki, cantautora, escribió la siguiente frase: «Solía rebelarme por medio de mi autodestrucción hasta que me di cuenta de lo conveniente que era eso para el mundo. Para algunos la mejor rebelión es la autoconservación». No hay nada que tema más nuestra sociedad que una persona segura de sí misma, que sabe lo que quiere y que está dispuesta a luchar por ello. Anarquía total.

¹ Ana Vásquez (2003) es artista visual y productora audiovisual egresada de la Universidad Mesoamericana de Guatemala. Actualmente escribe y produce su primer largometraje.


² Caruso, «What are the ancient origins of your zodiac sign?».


³ Sofia Quaglia. «Is Astrology Backed by   Science?».


⁴ Demetra George, «On Ancient Astrology in Theory and Practice», The Astrology Podcast.


⁵ Montell, Cultish: The Language of Fanaticism, 14.


⁶ Ben ​​Wiedmaier, «Gen Z, Identity, And Brand: How The “Digital Native” Generation Is Designing Itself - Dscout».


⁷ Joan Didion, «On Self-Respect: Joan    Didion’s 1961 Essay From the Pages of Vogue».

Bibliografía


Caruso,  Catherine. «What Are The Ancient Origins Of Your Zodiac Sign?». En National Geographic. History,  3 de julio de 2024.  https://www.nationalgeographic.com/history/article/history-of-horoscopes#:~:text=The%20practice%20of%20astrology%20first,ancient%20world%20expert%20Jasmine%20Elmer


Didion,    Joan. «On Self-Respect: Joan Didion’s 1961 Essay From the Pages of Vogue». Vogue, 23 de diciembre, 2021. https://www.vogue.com/article/joan-didion-self-respect-essay-1961.


George, Demetra, entrevista por Chris Brenna. «On Ancient Astrology in Theory and Practice». The Astrology Podcast, pódcast, 2 de enero de 2019. https://youtu.be/DJwKHkFZLts


Montell,  Amanda. Cultish: The Language of  Fanaticism. HarperCollins, 2021.


Quaglia,    Sofia. «Is Astrology Backed by Science?». BBC Earth. https://www.bbcearth.com/news/is-astrology-backed-by-science


Wiedmaier,    Ben. «Gen Z, Identity, And Brand: How The “Digital Native” Generation Is    Designing Itself - Dscout». Dscout. 12    de marzo de 2020. https://www.dscout.com/people-nerds/gen-z-identity

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