Vademécum Histórico Guatemalteco
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CASANOVA Y ESTRADA, RICARDO

Ricardo Casanova y Estrada.

(1844-1913). Licenciado en Derecho, Sacerdote diocesano, undécimo Arzobispo de Guatemala (25/7/1886-14/4/1913) y Arzobispo Metropolitano de Centroamérica. Nació en la ciudad de Guatemala, el 10 de noviembre de 1844. Sus padres fueron Bernardo Casanova y Vigil, y Dolores Estrada. Estudió en el Liceo de Juan de Urrutia y Alejandro Arrué, y en la Universidad de San Carlos. Algunos de sus catedráticos universitarios fueron Juan Diéguez, Antonio Machado, Manuel Joaquín Dardón, José (Pepe) Milla y Mariano Ospina. Se recibió de abogado el 2 de julio de 1868. Sus primeros cargos fueron Prosecretario de la Sociedad Económica de Amigos del País, Secretario de la Comisión de Inmigración, Síndico de la Junta de Gobierno del Consulado de Comercio, Secretario del Consejo de Estado y Síndico de la Municipalidad de Guatemala (1874). También fue Secretario de la Junta Directiva de la Hermandad de Misericordia. El 21 de diciembre de 1870, propuso al Rector de la Universidad de San Carlos la creación de las cátedras de Derecho Penal y Derecho Mercantil, ya que el primero era estudiado en forma muy elemental (AGCA, B80, leg. 1064, exp. 22360). El 12 de febrero de 1874 propuso revisar el trazo de las calles en el valle donde estuvo el pueblo de San Gaspar, para facilitar la asignación de lotes (AGCA, B78, leg. 777, exp. 19063). Mientras desempeñaba el cargo de Síndico Municipal, resolvió en forma favorable una solicitud de una paja de agua, presentada por el Doctor Eligio Baca Abarca, la que debería tomarse de la casa que había ocupado la comunidad religiosa de San Felipe Neri. Sin embargo, por haber incorporado una cláusula en la que advertía que el usufructo correspondería a los religiosos si éstos retornaban, el Presidente Justo Rufino Barrios lo llamó y, al presentarse, lo insultó, abofeteó y lo mandó exhibir por las principales calles de la ciudad, vestido con sotana y bonete; además lo obligó a barrer el atrio de la Catedral Metropolitana y Plaza de Armas. Luego mandó que se le encerrara por ocho días en una celda de la desaparecida congregación religiosa, con la amenaza de apalearlo si se quitaba el traje clerical. Terminado el castigo fue llamado por el Presidente Barrios y, después de escuchar sus exhortaciones, le respondió: por humillación me ha hecho vestir la sotana; yo le digo que ya no me la quitaré jamás. Con el apoyo de su director espiritual, fray Antonio Servin de la Mora, inició estudios eclesiásticos, en forma privada. El Administrador Apostólico, Juan Bautista Raull y Bertrán, le otorgó las órdenes menores. Fue consagrado sacerdote el 21 de septiembre de 1875, por Monseñor Germán Villalvazo, en Chiapas (México). Su primera misa la cantó el 27 de febrero de 1876, en la Catedral Metropolitana de la ciudad de Guatemala. El 1 de septiembre de 1876 fue nombrado Promotor Fiscal de la Curia, Pro Secretario del Gobierno Eclesiástico y Sacristán Mayor de la Catedral. El 9 de junio de 1885, la Santa Sede lo nombró sucesor del Administrador interino del Arzobispado, Raull y Bertrán. Al fallecer Raull y Bertrán, el 31 de julio de 1885, tomó posesión de dicho cargo. El Papa León XIII lo nombró Arzobispo el 15 de enero de 1886. Fue consagrado obispo el 25 de julio de ese mismo año, por Monseñor Augusto Thiel, Obispo de Costa Rica. El mismo día de su consagración publicó su primera carta pastoral, en la que hizo la legítima defensa de la Iglesia Católica ante los ataques de que era objeto en publicaciones sueltas anónimas y en diversos medios de prensa gubernamentales, en los que se criticaba la propuesta legislativa de libertad absoluta de asociación y de enseñanza, porque permitiría la restauración de las órdenes monásticas, el retorno de los jesuitas y el restablecimiento de los bienes de mano muerta. El 6 de enero de 1887 publicó la Carta Pastoral sobre la Educación. El Presidente Manuel Lisandro Barillas decretó que los nombramientos y destituciones de los párrocos requerían su aprobación (3/10/1887), derogó la disposición que eximía del servicio militar al clero (Decreto 393) y prohibió el ingreso de clérigos extranjeros al país. Monseñor Casanovas criticó la existencia de textos anticlericales en las escuelas públicas y prohibió la lectura del libro Cartas a Eugenia, impreso por orden del Secretario del Ministerio de Instrucción Pública, Manuel A. Herrera. Sobre el contenido de esta obra, su autor, Juan Jacobo Rousseau, había comentado en el prólogo de la primera edición: Jamás una joven casta leyó una de mis novelas... la que, a pesar de conocer su título, se atreva a leer una sola página de ésta, es una mujer perdida. En respuesta a la prohibición arzobispal, el 29 de agosto de 1887, el Presidente Barillas promulgó el Decreto 395, mediante el cual se prohibía la publicación de cartas pastorales y edictos eclesiásticos que el Ministerio de Gobernación no hubiera autorizado. El 2 de septiembre, el Arzobispo dirigió una carta al Presidente para señalarle: se ha de obedecer a Dios antes que a los hombres; y el Gobierno ha legislado sobre un asunto que no le pertenece, y no debe esperar que me someta a una servidumbre vergonzosa y culpable. Ello motivó la expulsión del Arzobispo, ordenada por el Presidente Barillas, mediante el Decreto 399, del 3 de septiembre de 1887. La orden fue cumplida la madrugada del día siguiente por el General José María Reina Barrios, con la ayuda de dos coroneles y dos piquetes de soldados que penetraron violentamente al Palacio Arzobispal y conminaron al Prelado a salir inmediatamente. El Arzobispo no mostró resistencia alguna, y poco después de la medianoche fue llevado a la estación del ferrocarril para abordar un tren que lo condujo al Puerto de San José, donde se le embarcó con destino a Panamá, en el Vapor San Juan. De Panamá se trasladó a San Francisco California y de ahí a Roma (Italia), donde realizó estudios en la Academia Gregoriana y en la Academia Pontificia Tiberina. Posteriormente, en noviembre de 1893 se trasladó a vivir a San José de Costa Rica. En marzo de 1894 colocó la primera piedra del Colegio Agrícola Centro-Americano, fundado por el jurisconsulto y filántropo guatemalteco Antonio Cruz. A solicitud de Antonio Batres Jáuregui y el Presbítero Ignacio Prado, el Presidente Reina Barrios propuso a la Asamblea Nacional Legislativa el retorno del Arzobispo, lo que fue aprobado el 13 de marzo de 1897, mediante el Decreto 351 que concedía amnistía a todos los guatemaltecos que se encontraran fuera del país por motivos políticos. A su retorno a Guatemala el 19 de marzo de 1897, fue recibido en forma apoteósica, con las casas y calles adornadas, y con luminarias en las ventanas durante la noche. Como parte del trabajo pastoral, fundó la Asociación de la Sagrada Familia (2/2/1901), reorganizó el Cabildo Eclesiástico (14/8/1903), promovió la celebración de actos religiosos en público, como las procesiones de Semana Santa, fundó la Sociedad Católica Metropolitana, publicó una Pastoral con ocasión del terremoto (18/4/1902), mejoró los planes de estudios del Seminario Conciliar, realizó varias visitas pastorales, sobre las cuales escribió siete manuscritos, que se encuentran en el Archivo Eclesiástico “Francisco de Paula García Peláez”, llegó a un acuerdo definitivo respecto a los límites entre las diócesis de Chiapas y Guatemala (30/6/1909) y propuso al Cabildo Metropolitano que solicitara a la Santa Sede la creación de las diócesis de Quetzaltenango y Esquipulas (1912). Escribió El lago del evangelio, con el seudónimo Andrés Vigil. Se destacó como músico y un buen ejecutor del clarinete y del violoncelo. Ismael Penedo hizo un retrato de su persona, en 1911. Murió el 14 de abril de 1913, en Cantel (Quetzaltenango), mientras realizaba una visita pastoral a las parroquias de Occidente. El Presidente Manuel Estrada Cabrera dispuso que el Arzobispo fuera enterrado con todos los honores.

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