Vademécum Histórico Guatemalteco
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BARBA-JACOB, PORFIRIO

Porfirio Barba-Jacob

(1883-1942). Poeta. Su verdadero nombre era Miguel Ángel Osorio Benítez, el que cambió a sugerencia de Rafael Arévalo Martínez. También utilizó los seudónimos Ricardo Arenales y Maín Ximénez (personaje central de su novela Virginia, que fue censurada por el alcalde de Angostura). Se autocalificó como el Príncipe Fatuo de la Rima. Nació en Santa Rosa de Osos (Antioquía, Colombia), el 29 de julio de 1883. Hijo de Antonio María Osorio y Pastora Benítez. Su infancia la pasó al lado de sus abuelos. Hizo sus primeros estudios en las escuelas públicas de Angostura. En 1885 viajó a Bogotá a conocer a sus padres. En Antioquia, fundó una escuelita campesina, que llamó Escuela de la Iniciación. En 1906 se trasladó a Barranquilla donde ingresó al círculo literario que presidía Leopoldo de la Rosa. Allí, adoptó el seudónimo de Ricardo Arenales y escribió sus primeros poemas entre los que destacan Árbol Viejo, la Parábola del retorno, La Tristeza del Camino, Campiña Florida... En Monterrey (México) fundó Revista Contemporánea y fue jefe de redacción del diario El Espectador. Por sus ataques periodísticos a políticos porfiristas del lugar, fue a dar seis meses a la cárcel. Al triunfar la revolución, se trasladó a la ciudad de México, donde colaboró en El Imparcial, El Porvenir y El Independiente, y fundó Churubusco. Llegó a Guatemala por primera vez hacia 1911, procedente de México, expulsado por haber defendido el caído régimen de Porfirio Díaz y por sus ataques a la revolución triunfante de Venustiano Carranza y Pancho Villa. Se radicó, primero, en la ciudad de Quetzaltenango y, después, en la capital de la República. Ejerció una profunda influencia entre los más destacados literatos de los primeros decenios del siglo XX. Fundó el periódico Ideas y Noticias y participó en la organización de la Universidad Popular (UP). Además de una abundante producción periodística, escribió poesía, propia de las corrientes del modernismo. Es famoso, por ejemplo, su poema La canción de la vida profunda. Aparte de su extraordinario valor literario, le hizo más trascendente aún el hecho de que su figura y su personalidad se calcaran, con bastante fidelidad, en la obra El hombre que parecía un caballo, escrita por el novelista y poeta guatemalteco Rafael Arévalo Martínez. Éste recogió la obra dispersa de Barba-Jacob y la editó con el título Rosas negras (1933). En 1914 abandonó Guatemala y se marchó a Cuba, por no plegarse a la voluntad del déspota Manuel Estrada Cabrera, dejando a medio publicar su libro Tierras de Canaán. Sobre su estancia en Guatemala, posteriormente escribió: Cuando yo arribé a Santiago pude experimentar un sentimiento confortador, nacido precisamente del contraste entre los hábitos libres del pueblo cubano y los hábitos de silenciosa sumisión que acababa de contemplar. Porque yo venía entonces de Guatemala. Y Guatemala no ha entrado en el ejercicio de la libertad. En 1916 fundó en La Ceiba (Honduras) el diario Ideas y Noticias. El 7 de junio de 1917, día en que un terremoto destruyó San Salvador, llegó a dicha ciudad. La catástrofe le motivó a escribir El terremoto de San Salvador, narración de un sobreviviente. Durante varios meses trabajó como editorialista de Diario de El Salvador. En 1919 fundó en Monterrey (México) el diario El Porvenir. En 1920 publicó crónicas espeluznantes y amarillistas en los periódicos El Heraldo y El Demócrata, en México, entre ellas Los fenómenos espíritas en el Palacio de la Nunciatura. A principios de 1921 dirigió en Jalisco (México) la Biblioteca Pública. El año siguiente, retornó a Guatemala, expulsado de México, debido a sus violentos editoriales en Cronos contra el Ministro de Gobernación, General Plutarco Elías Calles, y otros altos funcionarios del Gobierno de Álvaro Obregón. Colaboró en los más importantes periódicos del país, en especial en El Imparcial, que modernizó y convirtió en el más importante diario de América Central. En 1924, el Gobierno de José María Orellana lo expulsó hacia El Salvador, de donde también tuvo que salir hacia Honduras, por orden del Presidente Alfonso Quiñones. Ahí se ganó la vida, disfrazado de cura, predicando por las diversas plantaciones bananeras. En 1925, junto con Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena fundaron el partido comunista cubano. El año siguiente, dirigió en Lima (Perú) La Prensa, pero por negarse a escribir una biografía laudatoria del Presidente Augusto Bernardino Leguía, primero fue despedido y después repatriado. A partir de 1930 se radicó en México y publicó la columna "Perifonemas", en el periódico Excélsior. Escribió los siguientes poemas La tristeza del camino (1906) Campaña florida (1907), Parábola del retorno, Canción innominada (1915), Elegía de septiembre (1915), Lamentación de octubre (1915), Soberbia (1915), Canción de la vida profunda (1915), El son del viento, Los desposados de la muerte, Nueva canción de la vida profunda, El son del viento, Balada de la loca alegría, Canción de la noche diamantina, Elegía de Sayula, Estancias, Canción de un azul imposible, Canción de la soledad y Futuro. Sus versos fueron dados a conocer por las revistas literarias Letras y El Fígaro (La Habana, Cuba); El Ateneo. Esfinge y Germinal (Tegucigalpa, Honduras); Cuadernos Americanos (San José de Costa Rica); y los suplementos literarios de El Espectador y El Tiempo (Bogotá, Colombia). Otras recopilaciones de sus versos son Canciones y elegías (1933), al cuidado de Renato Leduc, Edmundo O'Gormann y Justino Fernández; La canción de la vida profunda y otros poemas (1937), dirigida por Juan Bautista Jaramillo Meza; y Poemas intemporales (1944). Otros de sus escritos son El combate de la ciudadela, narrado por un extranjero (sobre los sucesos que siguieron al asesinato del presidente Francisco Madero); y una biografía de Pancho Villa. Falleció en México, el 14 de enero de 1942, víctima de la tuberculosis y cirrosis hepática. Barba Jacob El Mensajero es una novela biográfica sobre su persona, escrita por Fernando Vallejo. A petición del gobierno colombiano, sus restos fueron repatriados el 11 de enero de 1946, y depositados en la Rotonda de los Hombres Ilustres. En 1991 le rindió homenaje el Presidente del Organismo Judicial y de la Corte Suprema de Justicia, Edmundo Vásquez Martínez, con la edición del libro Barba-Jacob, el Hechizado, del escritor y diplomático Fedro Guillén.

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